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«Kagemusha», la sombra de Takeda Shingen
Kurosawa dirigió esta película sobre el Japón samurai
Kurosawa dirigió esta película sobre el Japón samurai
En 1980, Akira Kurosawa estrenó, «Kagemusha. La sombra del guerrero», obra maestra de cine japonés con la que obtuvo la Palma de Oro en Cannes y dos nominaciones a los Oscar. El filme, que narra la adopción de un doble para ocultar la muerte de un importante daimio (señor samurái), está inspirado en la historia del célebre Takeda Shingen.
Tras su muerte, en abril de 1573, la leyenda dice que su hermano menor, Takeda Nobukado (?-1582), se habría hecho pasar por él convirtiéndose en su «kagemusha» («general sombra»), como nos cuenta Terje Solum en su libro «Shingen el Conquistador», volumen 5 de «La saga de los samuráis».
El engaño fue llevado a cabo para evitar la inestabilidad entre las filas takeda, dado que a Shingen le sobrevino la muerte en plena campaña militar, de modo que algunos de sus principales generales, los únicos que sabrían de ello, habrían querido mantener la calma y evitar que sus enemigos aprovechasen la ausencia de líder en el clan Takeda.
Otra fuente menciona el uso de dobles mucho antes, durante la cuarta batalla de Kawanakajima, en 1561. Uesugi Kenshin, acérrimo enemigo del clan Takeda, tratando de dar con Shingen en mitad del caos de la batalla, llegó a distinguir hasta siete u ocho individuos con el aspecto de su rival, lo que le llevó a atacar hasta en tres ocasiones a «Shingen»: «Shingen se sentó en su taburete de campaña portando una armadura con lacerío negro y su casco Suwa Hossh, y sobre sus hombros llevaba un sayo escarlata sacerdotal; portaba un abanico de mando en una mano. Sin embargo, a cincuenta metros también había un individuo que tenía exactamente el mismo aspecto que el del hombre sentado en el taburete. Se dice que uno de esos hombres sería Takeda Nobukado. Dos samuráis informaron a Kenshin de que habían avistado a dos Shingen y que era imposible distinguir cuál de los dos era el verdadero».
Otra versión del episodio del «kagemusha» sitúa los hechos tras el deceso de Shingen. Los Takeda habría tratado de mantener su muerte en secreto, pero el clan Hojo habría sabido de ello y pretendía indagar en el asunto, de modo que envió a un individuo a rendir una visita de cortesía» a Shingen. El enviado recibió una calurosa bienvenida y, al atardecer, fue recibido en una breve audiencia por el propio Shingen, quien no era otro que su hermano Nobukado, que tenía una voz muy similar. «Shingen» yacía en un futón, y entre el anfitrión y el huésped se había colocado una pantalla de bambú, por lo que éste no podía ver quién estaba al otro lado.
Con antelación a su propia muerte, Shingen había dejado selladas o firmadas casi 800 hojas de papel preparadas para ser empleadas en correspondencia oficial o proclamas, suficientes para un período de tres años. Uno de esos documentos fue el entregado al señor Hojo, agradeciéndole tanta consideración con su enemigo. La estratagema fue un éxito: el informante confirmó que Shingen estaba enfermo, pero vivo.
La parquedad y parcialidad de las fuentes, así como el poco sentido crítico con que se han interpretado hasta los últimos años, no nos permiten distinguir la realidad de la leyenda, pero al margen de lo que ocurriera tras su fallecimiento, es plausible que durante el período peligroso periodo «Sengoku» («del país en guerra»), señores samuráis como Shingen recurriesen en más de una ocasión a un «kagemusha».
«Shingen el Conquistador»
La saga de los samuráis, volumen 5
Desperta Ferro Ediciones 120 págs.
19,95 euros
El primer enfrentamiento entre las legiones romanas y un Ejército helenístico tuvo lugar cuando Pirro de Epiro, descendiente del legendario Aquiles, primo segundo de Alejandro Magno y quizás el más grande de sus émulos, considerado por Aníbal el mejor general de la Antigüedad, acudió en ayuda de Tarento, en el sur de Italia, en 280 antes de Cristo. Su plural Ejército, con falange macedónica, caballería tesalia y tarentina, arqueros, honderos y, como no podía ser menos, elefantes, chocó contra las legiones en Heraclea y Ausculum, haciéndose con la victoria pero sufriendo tales pérdidas que el monarca epirota reconoció que «¡Otra victoria como esta y estaré vencido!». Tras guerrear contra los cartagineses en Sicilia, Pirro se enfrentó a Roma otra vez en Maleventum, rebautizada Beneventum en recuerdo de la victoria de las legiones, que quizás emplearan cerdos para asustar a los elefantes de Pirro. Fue el primer choque entre Roma y el mundo heleno, inaugurando una relación marcada por la ambivalencia entre el enfrentamiento militar y el dominio político y la admiración de Roma por la cultura griega y su asimilación; como escribiera Horacio, «Grecia cautiva, cautivó a su fiero vencedor».
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