Investigación científica
El hombre de África
En Kenia nació Louis Seymour Bazette Leakey, el fundador de la estirpe más prolífica de la peleontología mundial, familia que iba a destapar los verdaderos orígenes de la raza humana
Descubrir una especie animal es uno de los mayores logros que se puede apuntar un científico. Y es que, aunque parezca lo contrario, la ciencia biológica todavía sabe muy poco de la vida. Las cerca de 1.800.000 especies que se han descrito y las más de 300.000 de las que se tienen registro fósil no son más que una minúscula parte de todos los animales que han poblado el planeta, lo pueblan y lo poblarán.
La biodiversidad es una gran desconocida. A menudo, los miembros de alguna expedición se topan con un tesoro vital inesperado. Encontrar nuevos animales «grandes» desconocidos para la ciencia no es fácil (grandes quiere decir del tipo de una rana, para arriba). Los zoólogos han escudriñado mejor la paleta de seres superiores. Por ejemplo, se supone que el número de aves catalogadas (unas 9.100 especies) no dista mucho del real. Pero en lo que respecta a las más pequeñas, el desconocimiento es estremecedor. El número de artrópodos catalogados es de cerca de un millón y, sin embargo, se cree que se trata sólo del 10% de todos ellos.
Pero si toparse con una nueva modalidad natural viva es como ganar una lotería, imaginen lo que supone hallar un nuevo tipo de ser humano. El mundo de la paleontología no arroja muchas posibilidades de convertirse en padre de un homínido. Son escasos los científicos que han tenido la suerte de dar nombre a una pieza del árbol evolutivo humano. Curiosamente, tres de ellos comparten sangre, los Leakey. Una familia que vio la luz tal día como ayer de 1903, cuando nació el fundador de la estirpe más prolífica de la paleontología mundial, Louis Seymour Bazette Leakey. Vino al mundo en Kenia, donde sus padres dirigían una misión cristiana y se dedicó al estudio de la antropología sin saber que la iba a cambiar para siempre.
Cuando Leakey comenzó sus primeras investigaciones sobre el origen de la Humanidad, la comunidad científica ni siquiera se planteaba encontrarlo en África. Un origen africano del hombre suponía una herejía para el pensamiento racista y eurocentrista dominante. Pero en 1931, Louis y su mujer Mary iban a dinamitar esa creencia. Excavando en la garganta de Olduvai en Kenia encontraron restos de herramientas de seres humanos de más de un millón de años de antigüedad. Pertenecían a los homo habilis más antiguos descubiertos hasta entonces. Pero la mayor contribución de Louis y Mary llegaría en 1959. Se trataba del cráneo OH-5, una calavera de prominentes arcos sobre los ojos, con forma de pepino crestado y mandíbula exageradamente prominente. Sin lugar a dudas pertenecía a un homínido... Pero ¿de qué especie? Louis determinó que su pieza debía de tener más de 1,7 millones de antigüedad y la llamó Zinjanthropus boisei (más tarde se rebautizó como Paranthropus boisei). En 1961 a esta pieza el investigador inglés nacido en Kenia añadió un homo habilis aún más antiguo, de 2 millones de años. Gracias a Louis, a su esposa Mary y a sus hijos Richard, Colin y Phili, también prominentes paleontólogos, el origen de nuestra especie demostró ser más antiguo y más africano de lo que jamás hubieran pensado, en sus peores pesadillas, los viejos científicos victorianos.
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