Novela
¿Qué se oculta detrás de la densa niebla?
Lo que no sabías de «The Mist»
Adaptaciones de las novelas de Stephen King las hemos visto de todos los colores a lo largo de los años.
Adaptaciones de las novelas de Stephen King las hemos visto de todos los colores a lo largo de los años. Unas pocas han alcanzado el estatus de icono, como «Carrie» (1976) o «El resplandor» (1981); de varias otras tenemos mejor recuerdo del que probablemente merezcan –«It» (1990)– y algunas, muchas, solo pueden calificarse como desastrosas –la recién estrenada «La torre oscura» es un buen ejemplo–. Pero entre ellas quizá ninguna sea tan capaz de dejarnos para el arrastre como «La niebla» (2007), «thriller» en su mayor parte ambientado en un supermercado donde numerosos ciudadanos se refugian mientras una extraña bruma envuelve la ciudad trayendo consigo arañas gigantes y otras bestias horripilantes; sobre todo, por su escena final, tan sombría que resulta del todo imposible olvidarse de ella.
Tanto en esa película como en el relato de King, en todo caso, los verdaderos monstruos son humanos y están dentro del supermercado. Esa idea, que el hombre es el peor enemigo de sí mismo, está ahora también en el centro de «The Mist», primera versión televisiva de esta historia. De hecho, es casi lo único –además de la niebla misma, claro– que la serie toma prestado de sus predecesoras. Los personajes son distintos y el escenario ya no es un pequeño comercio sino un pueblo entero llamado Bridgton en cuyo seno, desde el primer episodio, se entretejen divisiones, prejuicios, agresiones y malentendidos entre parientes, amigos y vecinos. Conflictos maritales, asuntos criminales y acusaciones de abuso sexual son el vehículo a bordo del que los personajes se nos presentan incluso antes de enfrentarse a un terror sobrenatural, que ni entienden ni están preparados para combatir, y una fuente de conflicto dramático con la que mantenernos ocupados a lo largo de la temporada.
¿Qué se esconde dentro del fenómeno meteorológico del título? Inquietante oscuridad, plagas de cucarachas gigantescas y demás insectos asesinos, visiones y alucinaciones... y quién sabe qué más. Es decir, la niebla es imprevisible: puede matarte, o volverte loco, o hacerte ver el pasado, o transformarse en una sombra diabólica. Y episodio a episodio da otras muestras de desdén por las reglas que, todo sea dicho, denotan cierta pereza por parte de los guionistas: es impenetrable, pero hay quien a menudo corre a través de ella sin sufrir daños; en cuanto ve una puerta abierta la cruza, pero a veces no; y si se encuentra cara a cara contigo te matará... o quizá no.
Sobre el papel, lo realmente importante no debería ser la misteriosa calima sino cómo afecta a los personajes y les hace reaccionar; cómo el miedo a lo desconocido provoca reacciones instintivas, y cómo esas reacciones delatan quiénes somos. Si en realidad no es así es porque «The Mist» encarna a la perfección lo que el cine y la televisión suelen hacer mal al tomar inspiración de King.
Lo que distingue al maestro del terror de casi cualquier otro escritor en su género no es solo su singular capacidad para concebir situaciones bizarras y violentas, sino también la habilidad para llenar esas escenas de seres humanos a quienes identificamos como gente real y con quienes empatizamos profundamente. Pero «The Mist» no nos proporciona un solo ser, humano o no, con el que conectar. El problema de los habitantes de Bridgton no es que no son queribles, sino que directamente no son. De alguna manera tiene sentido que una serie protagonizada por niebla villana esté llena de personajes que son meros contornos vagamente discernibles, pero en todo caso la confianza en que el misterio acabará siendo resuelto no es motivo suficiente para pasar diez episodios contemplando una densa bruma detrás de la que, después de todo, nada especialmente interesante se oculta.
✕
Accede a tu cuenta para comentar