Partidos Políticos

El año decisivo de la legislatura

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díazlarazon

Arranca el año decisivo de una X legislatura que ahora sí entra en la fase final. Si se respeta el calendario y las elecciones autonómicas se celebran en la primavera de 2019, la presidenta andaluza –que es la única que tiene la potestad para decidir la fecha de los comicios– mandará disolver el Parlamento en el entorno de la próxima Navidad, así que 2018 supone una cuenta atrás para el encuentro con las urnas.

En las últimas semanas se ha especulado mucho sobre la posibilidad de un adelanto electoral debido a una serie de factores como el ascenso meteórico de Ciudadanos –en parte, a costa del PSOE–, o la posibilidad de unas elecciones anticipadas a nivel nacional. Se trata de una hipótesis que ha ido ascendiendo en el vacío navideño como un globo de helio, pero que se circunscribe al ámbito de la pura especulación. Lo cierto es que Susana Díaz tiene un presupuesto aprobado que le permite llegar sin ningún tipo de aprietos ni incertidumbres a 2019. Y en este tiempo puede aprovechar una coyuntura que le es propicia. En primer lugar, porque tiene en sus manos la mejor arma electoral posible. Esto es, unas cuentas expansivas con las que seguir amasando adhesiones desde el BOJA y la sala de máquinas del Consejo de Gobierno. Además, cada semana que pasa queda una semana más lejos su derrota frente a Pedro Sánchez en las primarias de mayo de 2017. Las próximas elecciones serán las más importantes de la vida política de Susana Díaz, quien sacó la cabeza al pelotón después de que el ex número dos del PSOE-A, Rafael Velasco, dimitiera en octubre de 2010. Inició, en ese mismo momento, una marcha apresurada a San Telmo que le ha llevado a rondar la calle Ferraz y a mirar de reojo la Moncloa. Díaz no se puede permitir esta vez un resbalón porque se quedaría no sólo fuera de la Junta, sino del poder. Se quedaría a la intemperie. Más aún si Pedro Sánchez –el renacido en mil y una batallas imposibles– consigue pasar airosamente el fielato de las elecciones generales. Esto explica que desde el batacazo de las primarias socialistas Díaz se haya empleado a fondo en recuperar el tiempo perdido en su asalto nacional y haya ido taponando todos los frentes abiertos –con una dedicación especial a la educación y la sanidad, que concentran en torno a 200.000 empleos públicos– para reducir al mínimo la erosión. La finta al Gobierno con el decreto de las 35 horas es una prueba clara.

La situación no es fácil para el PSOE por muchos presuntos –y optimistas– «trackings» electorales que deslicen desde esta formación. Actualmente –sumando la diputada díscola, ex de Ciudadanos–, a Díaz solo le sobra un escaño de la mayoría de gobierno. El mal menor para la presidenta andaluza sería que las matemáticas le dieran para una mayoría con Podemos. Pero después de una legislatura reprochando a Pedro Sánchez sus devaneos con Pablo Iglesias y, probada la nula sintonía con Teresa Rodríguez –son el agua y la electricidad–, esta circunstancia sería tan gravosa como una derrota electoral, ya que obligaría a Susana Díaz a ponerse de hinojos ante la formación a la que más duramente ha atacado –e incluso despreciado– en los últimos dos años y medio.