Sevilla
El ejemplo Maíllo
Satanás no es más que un arcángel descarriado. De modo que si es cierto, en cita que se atribuye falsamente a Nietzsche, que lo demoníaco se esconde en los detalles, también ha de ser verdad que la nobleza más inspiradora se escudriña en las pequeñas cosas. Profesor de lenguas clásicas antes que portavoz de Izquierda Unida en el parlamento regional, Antonio Maíllo sería un candidato altamente votable sólo por tener una profesión ajena a la política, toda una gesta homérica entre los de su clase. En los debates a tres televisados que precedieron a las últimas elecciones autonómicas, la diferencia de su retórica y su prosodia con las de «Susana Morenilla» y «Juanma Díaz», esos dos bodoques intercambiables, era ultrajante. «Beato monoculo in terra caecorum», si Su Señoría me permite el latinajo charcutero. Me comentaba anteanoche alguien que lo conoce, en el fragor de una charla tabernaria, su nulo interés por el fútbol: «No distingue un córner de un pregón cofrade». Y sin embargo, porque la ocasión lo merecía, recogió en la taquilla de protocolo dos entradas para el Sevilla-Bayern. ¿Gañote? Las había comprado por Internet pero las tuvo que retirar de esa ventanilla por las restricciones de seguridad que impone la UEFA en los días de partido. Consultado por cuenta de un periodista malévolo que escribe en un medio situado en su antípoda ideológica, don Antonio Maíllo Cañadas adjuntó el correspondiente recibo bancario. «Busco a un político que haya pagado alguna vez por entrar en algún sitio», parafrasearíamos, candil en ristre, a Diógenes de Sinope. Encontrado, para escarnio de todos cuantos han hecho del gratis total una religión. Si el Altísimo lo inspira apartándolo de la confluencia con el totalitarismo zarrapastroso de Podemos, puede volver a contar con mi voto. ¿Otra vez? Sí, otra vez.
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