Murcia
El viento los empujó
Ciertas palabras hieren con más profundidad que un navajazo y así debe sentirse, sobre el dolor infinito de haber perdido a un hijo, ese padre jiennense cuya ex mujer se defenestró ayer en Murcia desde un sexto piso junto a una criatura de cuatro años. Desde 2013, se computan como «crímenes machistas» las veintisiete muertes de menores habidas a manos de sus padres (hombres) pero ninguna estadística se ha elaborado con los filicidios cometidos durante estos últimos seis años por mujeres, que son bastantes más de veintisiete, según se columbra con un somero repaso a la hemeroteca digital. Esos deudos destrozados no reciben ayuda de las administraciones, que no prevén ninguna calificación ad hoc para estos crímenes domésticos (¿mujeristas?) ni, por consiguiente, ningún protocolo asistencial. «Lo que no se nombra no existe», repiten cual mantra las sacamantecas del lenguaje inclusivo. Tampoco existe, pues, la horrenda posibilidad de que una madre pueda matar a quien salió de su vientre, pues los medios, con los públicos –mi querida agencia EFE– a la cabeza, se refieren a estos casos con la exquisita asepsia con la que notificarían una plaga de filoxera: «Mueren una mujer y su hijo de 4 años al caer desde una sexta planta», escupió el teletipo bajo la vaga guía de «Sucesos» en lugar del muy significante «Violencia machista» que acompaña a las (más escasas pero mejor contabilizadas) noticias similares en las que el infanticida es un hombre. Sucedió, eso es un suceso, que dos personas murieron al caer desde una sexta planta. Los empujó acaso una ráfaga de viento. No hay víctima, no hay asesinato, no hay nada que contravenga los sacrosantos mandamientos de la Cofradía del Coño Insumiso. Puede que las palabras no maten, o sí, pero algunas humillan cuanto un escupitajo sobre un cadáver.
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