Cultura
En primera persona
Ejemplo de periodismo de investigación, Seymour M. Hers acumula premios como el Pulitzer y décadas de experiencia en medios de comunicación de la talla de The New York Times; acaba de publicar en España sus memorias bajo el título de «Reportero». En él desgrana, entre otros asuntos, sus inicios en la agencia City News, inmortalizada en la comedia «Primera plana», su papel en el «Watergate» y las «simpatías» entre Kissinger y él, para concluir que permitirá con gusto que la historia sea juez de su obra más reciente.
Los conflictos bélicos están muy presentes en las memorias de Hersh, pero uno que no pudo cubrir, por edad, fue la II Guerra Mundial, de la que sí se habla en algunas novedades editoriales. La sombra de la misma aparece como una amenaza latente en “Katheleen y Christopher” en la que su autor, Christopher Isherwood, comparte confidencias y habla de literatura en las cartas con su madre además de enumerar las gestiones realizadas para evitar que su amante tenga que regresar a su país, la Alemania de Hitler, para ingresar en el ejército. En «Una odisea de amor y guerra» son los fragmentos de cartas enviadas por los padres de la autora, la periodista residente en España Olga Brajnovic, los que ofrecen una dolorosa estampa de la ocupación de Yugoslavia a la vez que asistimos a una historia de amor sostenida por la fe de sus protagonistas. Similar a la profesada por los católicos Luka y Ana es la que ejerció el teólogo evangélico alemán Dietrich Bonhoeffer, ahorcado apenas tres semanas antes del suicidio de Hitler; su delito, conspirar para acabar con él. Sobre este apasionante personaje la editorial Trotta ha editado dos libros: «Comunidad y promesa», formada por cartas personales así como textos teológicos escritos en Barcelona a finales de los años 20 y la notable biografía «Extraña gloria», documento de gran valor para conocer la Alemania nazi por dentro. Al hablar de biografías, y máxime en relación a la II Guerra Mundial, es obligada la referencia a la de Ian Kershaw sobre Adolf Hitler, de quien el andaluz Adelardo Fernández-Arias escribió en 1935 un libro titulado con desafortunado tino, «Hitler, el salvador de Alemania». El riguroso trabajo de Kershaw, expuesto a lo largo de sus más de 1.300 páginas (solo su detallado índice analítico ocupa 100) es absolutamente impresionante. El nazismo también aparece en «Siempre la misma nieve y siempre el mismo tío», de Herta Müller, Premio Nobel de Literatura. De fascinante lectura, rememora asimismo la asfixiante represión que sufrió durante la dictadura comunista en Rumanía. Hay también muchas referencias a la literatura y la cultura, como un inolvidable fragmento sobre un soldado alemán de las memorias de Jorge Semprún.
Han coincidido en poco tiempo cuatro libros sobre la Guerra Civil a partir de los testimonios de personas que la vivieron con roles bien diferentes. «Mi misión en España» condensa los recuerdos de quien fue embajador de Estados Unidos en España, Claude G. Bowers, en un periodo muy crucial, desde 1933 hasta 1939. Otro extranjero, Héctor Colmegna, aporta su propia visión en «Diario de un médico argentino en la guerra de España» y lo hace con tanta pasión que sus palabras bien podrían estar firmadas por un carlista de cuna. Aunque luchó en el mismo bando que éste y en el mismo frente, el general Latorre Roca se muestra muy crítico con los sublevados y con la desbordante corrupción en el estamento militar en «Ganar la guerra, perder la paz»; es especialmente demoledor con Nicolás Franco y presume de no cantar el «Cara al sol», así como de su antipatía por la Falange y Serrano Suñer, a quien critica por la División Azul; precisamente con este título acaba de editarse un exhaustivo trabajo de carácter enciclopédico sobre este cuerpo de voluntarios que se antoja imprescindible. Por último, Vicente Uribe comparte sus apasionantes vivencias en «Memorias de un ministro comunista de la República», que concluye con un documento de excepcional valor, su última intervención, plagada de forzada autocrítica, tras su caída en desgracia en 1956; por sus páginas asoman Carrillo, «la Pasionaria», el trotskista Andreu Nin, calificado como «facineroso», y otros más desconocidos como Óscar Pérez Solís que, tras ingresar en la cárcel, pasó en poco tiempo de secretario general del PCE a afiliado de la Falange Española. También experimentó un radical giro ideológico Jiménez Losantos, de quien se acaban de reeditar sus memorias de juventud, «Barcelona, la ciudad que fue», donde relata cómo, tras la lectura de «Archipiélago Gulag» y un viaje a China en plena Revolución Cultural, dio un golpe de timón a su pensamiento político. En la misma década transcurre la apasionante historia de «Caso Cipriano Martos», en la que Roger Mateos reconstruye con notable celo y a partir de medio centenar de entrevistas la vida de este joven granadino detenido por su vinculación con el FRAP y muerto en extrañas circunstancias. Más reciente es la historia que se cuenta en «Pastrana, en el nombre de la guerra sucia» memorias de un testigo de excepción por su condición de guardia civil infiltrado en ETA, así como testigo del GAL y el 23-F.
Por último, en este somero repaso a biografías y memorias hay que resaltar dos volúmenes con planteamientos diferentes a los citados: «Steve Jobs», de Kevin Lynch, realizada con numerosas ilustraciones y gráficos que la enriquecen visualmente y la recién reeditada «Queridísima mamá», en la que Christina Crawford sorprende al lector por lo que cuenta, especialmente en algunos fragmentos estremecedores, de los maltratos infligidos por su madre Joan, inolvidable coprotagonista de «¿Qué fue de Baby Jane» y con serios problemas con el alcohol.
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