Lucas Haurie
Intelestualidá
Para desenmascarar a un ignorante, basta con dejarlo hablar. Los telecandidatos de la autoproclamada nueva política están permanentemente expuestos a las cámaras pero en las entrañas de su popularidad, como una tenia, van alimentando al parásito de la desafección que, meteduras de pata mediante, los terminará convirtiendo a no mucho tardar en el pimpampum de la plebe. Pablo Iglesias engola la voz, como le enseñaron en un cursillo de dos semanas, para impostar profundidad a sus reflexiones de mercadillo pero en menos de un mes ha regalado un «Juan de Mairena» nunca leído, pues pensaba que era un canto a la diversidad de España cuando es en realidad un feroz alegato antinacionalista; ha patinado con una pedante referencia a Kant, de quien no recuerda ni los títulos de su obra; y, el lunes por la noche, se inventó ante nueve millones de telespectadores un referéndum separatista en Andalucía. Toca de oído, igual que algunos parafrasean sin más basamento que una búsqueda en Google. En su primer mitin de campaña, en Cádiz, Kichi se arrancó por Los Piratas, celebrada comparsa de Martínez Ares que glosaba en un pasodoble las manifestaciones autonomistas del 4 de diciembre de 1977. Se quedó con la copla, literalmente, Iglesias pero confundió el culo de la autodeterminación con las témporas del estatuto (votado en 1980). Y mal iríamos, aunque la cita hubiese sido impecable, si se toman las letrillas carnavalescas como referente intelectual. Los gaditanos pueden testimoniar de la desgracia que supone el ascenso de un murguista a la alcaldía. Si el cambio prometido consiste en sustituir a los cantautores «engagés» por el 3x4, poco ha avanzado la zurdera en cuarenta años. Ha retrocedido, más bien.
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