Política

Andalucía

Silencio, se vota

Silencio, se vota
Silencio, se votalarazon

Los cuatro candidatos se han esmerado en ofrecernos en dos semanas un avance de lo que será la próxima legislatura. Los debates televisados nos permitieron ver aspectos que, si hubieran podido elegir, estoy segura de que habrían quedado fuera del metraje definitivo, pese a antojarse imprescindibles para tomar una decisión en la que nos van los próximos cuatro años. Mantener las máscaras dos horas es más difícil que repetir consignas en mítines con militantes entregados o en entrevistas producidas en cadena. En el trasfondo de todo se atisba una sola cosa: cambio. A Teresa Rodríguez pude preguntárselo personalmente y su seguridad era más bien ambigua: llegará, aunque no sea ella quien lo viva como protagonista. Lo cierto es que ese cambio será más profundo de lo que los partidos prevén. No se trata de modificar las siglas que mandan en la Junta, hay que sobreponerse a la simpleza de quién ha ganado les elecciones.

Muchos andaluces ya han tenido su jornada de reflexión, adelantándose emitiendo su voto por correo. Hoy es el último día para hacerlo. Y después solo quedarán doce horas de un domingo frenético. El descenso de Susana Díaz a tierra, mostrándose alterada, solo puede significar que está manejando resultados muy negativos para su partido. Le aprietan las costuras porque un segundo batacazo -el de las primarias socialistas le dejó cicatriz- la obligaría a sentarse a dialogar por primera vez en su carrera. Está acostumbrada a hablar y que se le escuche. Con los periodistas también. En sus comparecencias le precede una cohorte de subalternos dando instrucciones sobre sus deseos. Si la presidenta no quiere hablar, no se le pregunta. No es la única que lo hace. Hemos tenido un presidente del Gobierno cuyas ruedas de prensa se hacían a través de un plasma y tenemos a otro que limita el número de preguntas y retira el micrófono en cuanto la prensa termina de articular la última sílaba. Se pregunta pero no se cuestiona. Ese es otro cambio necesario que no puede tardar en llegar.

La vista se vuelve en la recta final hacia los indecisos, ese grupo heterogéneo capaz de voltear un domingo. Tradicionalmente las mentes de izquierdas -ya saben, los servicios sociales, la educación pública y gratuita, el derecho a la vivienda- debían superar la disyuntiva de elegir "su"partido. Ante la derecha se abría una autopista que tenía en el PP -ya saben, la economía, el empleo, la inmigración reglada- su único destino. El cambio se cierne también sobre este ala y los caminos se bifurcan. Se han terminado las adscripciones vitalicias para los dos partidos mayoritarios. Quizá sea la última vez que en Andalucía empleemos esa expresión para referirnos a PP y PSOE. Toca votar y lo más honesto es hacerlo como cuando de chicos jugábamos al escondite y el último alcanzaba la casa gritando: por mí y por todos mis compañeros.