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«Un viaje debe cambiarte por fuera y por dentro»

«Entender el presente, buceando en la historia» de sus destinos lo ha convertido en lo que es. En «Hasta el mojito siempre», su último libro, analiza la vida en Cuba en un reciente periplo marcado por la histórica visita de Obama.

Daniel Pinilla
Daniel Pinillalarazon

«Entender el presente, buceando en la historia» de sus destinos lo ha convertido en lo que es. En «Hasta el mojito siempre», su último libro, analiza la vida en Cuba en un reciente periplo marcado por la histórica visita de Obama.

–Viajar es conocer la historia, pero ¿en esta ocasión se ha decantado por escribirla a la vez?

–Te diría que sí. Cuando estaba de viaje en Cuba para documentarme, recibí la noticia (no yo, todos la recibimos) de la inminente visita de Barack Obama. Como periodista que soy, tuve claro que no podía dejar pasar la oportunidad y de inmediato moví Roma con Santiago para ofrecerme a todos los medios posibles. Sin tener la logística muy cerrada, decidí apostar por cambiar mis planes iniciales y prolongar mi estancia en la isla para cubrir el acontecimiento. Tuve algo de vértigo debido al sobrecoste que en principio tenía que asumir, pero un amigo cubano tan sólo me argumentó: «Tú tranquilo, que en Cuba siempre se resuelve». Entonces lo vi claro. Tenía que ser testigo de este nuevo escenario que se abre para Cuba y el hemisferio occidental al que nadie termina de ponerle nombre. En mi libro ofrezco alguna claves para entender lo que está sucediendo.

–¿Qué conclusión saca del teórico acercamiento o deshielo de las relaciones con EE UU?

–Pues van a gusto del consumidor. Hay quien defiende que Cuba va camino de remedar el modelo de China; es decir, de seguir llamándose socialista-comunista a sí misma y, sin embargo, funcionar con el libre mercado como bandera. Otros temen que el país pueda derivar a una situación similar a la de sus vecinos, como República Dominicana, Haití, Honduras... Es decir, una democracia fallida en muchos aspectos esenciales donde existe mucha inseguridad en la calle, al contrario de lo que hay en Cuba a día de hoy. También hay quien considera que el castrismo sobrevivirá a su estirpe fundadora. Y los más piensan que el sistema podría implosionar por las contradicciones internas que se generen a raíz de las medidas de liberalización económica que Obama quiere deslizar y que podrían producir contradicciones . Hay quinielas para todos los gustos y es un apasionante debate que está en la calle.

–Incansable viajero, ¿cómo explicaría el cambio de perspectiva de un país tras visitarlo? Se lo pregunto porque todo el mundo cree saber cómo es Cuba.

–Un viajero que se precie (y no lo digo por mí) no puede ser el mismo antes y después de haber realizado-disfrutado-aprendido de un gran viaje. El viaje debe cambiarte por fuera y por dentro. Es bueno bucear en la historia del destino de turno para entender por qué el presente es como es. Cuba, quizás por su carácter indescifrable, único, y por el componente emocional tan cercano existente con España da para que muchos entiendan que saben lo que allí se cuece. Lamentablemente hay bastante turista con una gorra tipo Che Guevara que va en busca de un mojito (y quizás una jinetera) que con media conversación con un taxista cree entender lo que pasa en Cuba. En fin, tiene que haber de todo.

–En su libro recoge testimonios de la sociedad cubana en un momento histórico. ¿Qué le impactó más?

–Me he tropezado con gente muy diferente, desde protagonistas muy cercanos al régimen a disidentes, pasando por sacerdotes, santeros, artistas, escritores, atletas... De todo. Te destaco a todos sin excepción. Quizás un testimonio impactante fue el de un ex guerrillero que fue fichado por Fidel para ¡tocar música! en primera línea de batalla y así implementar lo que llamaba «arma psicológica». Este hombre estuvo luego en Angola igualmente como músico junto a sus hermanos. Recuerdo también una conversación con una jinetera y un balsero que no te pueden dejar indiferente. Sin olvidar a Javier Sotomayor y al responsable de información internacional del Granma.

–Hacía casi 90 años que un presidente de EE UU no visitaba la isla. Al margen del contenido político, ¿cuál es su mensaje sociológico?

–Obama ha tratado de postularse como un personaje cercano y afable para los cubanos. Incluso se ha prestado a participar en una serie de humor muy popular en la isla. Fíjate que fue con su familia a comer a un paladar (buen paladar, pero paladar al fin y al cabo) y pagó en moneda nacional con su propia cartera. Son acciones de puesta en escena que tratan de amilbarar la truncada relación entre los países. Lo cual no quita para que muchos lo vieran como un Mister Marshall berlanguiano. Los cubanos están acostumbrados a que los cambios, si los hay, van muy de a poquito y están escarmentados. Y también hay quien no quiere cambiar nada, sobre todo las generaciones de más edad.

–En Sevilla se quedaron esperando este verano a Obama. El Ayuntamiento gastó 10.000 euros en poner «guapa» la ciudad. ¿Es comparable a lo que vivió en su desplazamiento?

–Salvando las distancias, sí. En Cuba algún avispado vendía chapas y camisetas conmemorativas de la visita. Aquí no se llegó a tanto, pero también es cierto que media ciudad estaba volcada y con las agendas en el aire para ver si podía acercarse a la delegación americana no se sabe muy bien para qué. Al final, todo sucede por algo. Desde luego, lo de la ausencia le tocó a Sevilla. La ley de Murphy, que le llaman. Habría sido un buen momento para poner la mejor versión de la ciudad en el escaparate internacional. Otra cosa es cuál es esa versión.

–Una curiosidad, ¿la narrativa de viajes es rentable?

–Si la pregunta es si se puede vivir exclusivamente de esto, en mi caso no. Ni de lejos. Pero no lo descarto en el futuro.