Londres
«Venecia esconde aún muchos tesoros»
Marta Robles recrea la fascinante vida de la «bon vivant» italiana Luisa Casati en su nueva novela
Una luz rosicler cruza las aguas del Gran Canal mientras el murmullo de las góndolas, golpeando lentamente la superficie, forma un coro de tragedia griega. En una habitación del palacio Venier Dei Leoni, Luisa Casati acaricia un leopardo mientras charla con Gabriel D' Anunnzio. A comienzos del siglo XX, Venecia mantenía su poder de atracción sobre los enamorados del «dolce far niente» que no querían ponerse la máscara de la realidad ante la llegada de la Primera Guerra Mundial, pero ésta les despertó violentamente de su mundo de terciopelo y mármol. La periodista y escritora, Marta Robles, ganó el premio Fernando Lara de Novela 2013 con «Luisa y los espejos», en la que recrea la vida de dos mujeres que decidieron en un momento de su existencia que su verdadero cometido en este mundo era «trascender».
Casati se convirtió durante un tiempo en la obsesión de Robles, ya que «era una desconocida pese a que ha sido una de las mujeres más retradas de la historia, dicen que la tercera después de la Virgen María y Cleopatra. Por eso, me parecía tan extraordinario que fuera tan desconocida, por lo que comencé a indagar por qué y me di cuenta de que después de haber sido una de las mujeres más ricas de la Italia del momento se convirtió en una trituradora de fortunas que se dedicó a vivir de palacio en palacio acompañada de animales salvajes y del más extremo exotismo». Una vida que acabó en la más absoluta de las miserias en Londres, donde fue enterrada con una piel de leopardo y un pekinés disecado. Como contrapeso a esta personalidad arrebatadora, la otra protagonista, Luisa Aldazábal, una mujer que despierta de un coma, cree llegado el momento de dar un giro a su vida y exprimirla al máximo. «Una mujer que ha vivido un matrimonio convencional durante veinte años, ni demasiado feliz ni demasiado triste, que también se encuentra con Luisa Casati y comienza a despertar el germen de artista que tenía desde joven en su interior. Casati 'le tira de los pelos' para vivir los escenarios por los que ella vivió y recuperar esa pasión por el mundo del arte abandonada durante un tiempo».
Se trata de la unión de dos personalidades que comparten la misma pasión por vivir, por ser algo más que una raya en el agua. Tienen una manera común de entender «las pasiones amorosas, la creación y el gusto por la propia Venecia, que a las dos les hace pensar que cualquier cosa puede pasar allí».
«Luisa y los espejos» es parte de una suerte de subgénero literario en el que las mujeres se convierten en heroínas de su propio destino después de vivir una situación crucial en sus vidas, como sucedió con la exitosa «Misión Olvido», de María Dueñas. Robles no está del todo de acuerdo con esta afirmación, ya que entiende que «podría ser una mujer igual que un hombre. No se trata de que las mujeres se despierten una mañana y se den cuenta de que han malgastado su vida. Creo que no se trata de una cuestión de sexos. En el caso de esta mujer, lo que sucede es que lleva en su interior algo que la hace diferente del resto de la humanidad: es artista. Uno es artista siempre, puedes desarrollar el don o no, pero si eres artista, eres artista, y por ello se tienen más necesidades». Una manera de entender el mundo y de vivir, puesto que si «un artista es consciente de ello pero no llega a florecer, le hará sufrir mucho».
Como un personaje más de la novela, Venecia forma parte de la historia de las dos Luisas. Una ciudad flotante que se mira en el espejo de la laguna constantemente preguntándose hasta cuándo mantendrá su vida sobre las aguas. En el libro surge «una Venecia del exceso, de 1910, que ella dominó durante ese tiempo, pero luego la de nuestros días, que esconde muchos tesoros que no logramos conquistar. Hay una Venecia del turismo en la que no cabe un alfiler y otras muchas desconocidas, donde descubres historias fascinantes».
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