Cataluña
El charlatán de feria
La estrategia de la distracción es tan vieja como la humanidad. Cuando las cosas no van bien lo mejor es establecer una cortina de humo que distraiga al personal. Lo mejor es fijar un objetivo común –si además se puede señalar a un enemigo común mucho mejor– que haga olvidar las desdichas cotidianas. A Artur Mas las cosas no le van bien. Le van peor. Por eso, hace de sus veleidades soberanistas su mejor fármaco. Son como el ungüento que todo lo cura que vendían los charlatanes de feria.
Ayer presentó los actos del tricentenario de 1714 y se llenó la boca de soberanismo. Pero, hasta en eso mintió. No habló de independencia decepcionando a aquellos que creen en la secesión como meta final. Volvió a regatear con la fórmula de estado propio que no es «ni chicha ni limoná». Volvió a defraudar a unos y a otros. Mas sigue vagando errante sobre el alambre víctima de sus propias contradicciones.
Simuló que en 1714, el pueblo catalán perdió una gran batalla por la libertad y su personalidad como país. Más volvió a mentir, a manipular la historia. En 1 714, Cataluña simplemente se situó en el bando equivocado. No era un conflicto entre culturas, como afirma Mas, era un conflicto de sucesión en la corona de España. No era un conflicto de secesión. Felipe V acabó con las prebendas de las clases dominantes catalanas por apoyar en la guerra al archiduque Carlos, que representaba lo más granado del absolutismo europeo. De hecho, el carlismo –heredero en la historia de los derrotados– fue el defensor de la vuelta a la España más negra. De ese carlismo, de las cenizas de su última derrota, surge el nacionalismo vasco y catalán a principios del siglo XIX.
Henchido de «patrioterismo», el presidente Mas no tiene reparo alguno en equiparar la dictadura franquista con la última sentencia del Estatut. Cómo puede hacer esta afirmación quien reconoció en una entrevista que en 1977 pasaba de la política y se dedicaba a estudiar. No tuvo el cuajo suficiente para salir a la calle para manifestarse a favor de la libertad, la amnistía y el Estatut de Autonomía porque en aquellos años seguía la máxima del régimen. Del franquista, claro.
Ayer, en el Palau de la Generalitat, Mas volvió a agitar su espantajo nacionalista. Todo para tapar el paro, la corrupción, los recortes y la ineficacia de un gobierno que de gobierno sólo tiene el nombre. Volvió a ser el charlatán de feria.
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