Literatura
El nombre de Eros
Artur Ramon reflexiona sobre el erotismo en el arte en su nuevo libro «Falsas sirenas son», con historias sobre el mundo de la pintura
Artur Ramon reflexiona sobre el erotismo en el arte en su nuevo libro «Falsas sirenas son», con historias sobre el mundo de la pintura.
El erotismo y el arte parecen un matrimonio lógico desde los tiempos de los clásicos griegos. El tema ha sido objeto de numerosos estudios, pero en el nuevo libro de Artur Ramon «Falsas sirenas son» se nos cuenta este universo desde una nueva dimensión, un relato lleno de pequeñas grandes historias del arte protagonizadas por grandes nombres o por aquellos que han quedado solamente al alcance de los especialistas. El volumen, editado por Elba, es una invitación a contemplar la pintura con otros ojos, hasta el punto que el libro parece un museo ideal de papel.
Comisariado imaginario
«Puede ser una buena lectura ver este libro como una exposición. En este formato, que ya había empleado en otro trabajo, en “Nada es bello”, en cada capítulo manda una obra. Al seleccionarla estás haciendo un ejercicio de comisariado de una exposición imaginaria y que podría realizarse perfectamente, explicando lo que hay detrás de “Falsas sirenas son” que es esta interpretación que ha tenido la mujer a lo largo de la historia del arte, aunque no solo en pintura sino también en fotografía y cine. Me interesaba que fuera algo muy personal, con tanto peso para la ficción como la realidad, para la historia del arte como para la literatura, porque es un formato en el que me siento muy cómodo», aseguró el autor en declaraciones a este diario.
«Falsas sirenas son» parte de un verso de Nicolás Fernández de Moratín incluido en «Arte de las putas»: «Falsas sirenas son, amar no saben/ sino solo a tu bolsa; está vaciada,/ su amor infame se resuelve en nada». «Esa frase fue una revelación que me dejó pensando durante mucho tiempo. En el fondo, a través del verso de Moratín puede leerse mucho de la tradición iconográfica, de la visión masculina –porque mayoritariamente son los hombres los que han escrito la historia del arte–, pero desde el punto de vista de un hombre. Hasta ahora se ha leído desde una clave iconográfica o feminista, pero no se ha hecho, desde ahora, una lectura poniéndose en la piel de esos hombres. Por eso pensaba que valía la pena conectar esas historias con la realidad y he empleado la autoficción como recurso. Por ejemplo, el narrador que soy yo puede estar viendo un anuncio de Raquel Weiz en Times Square y eso puede llevarme a Lilith hasta llegar a Eva. Todo tiene una conexión que en una narración funciona y aporta una mirada diferente. No tenía sentido hacer un nuevo ensayo sobre la sexualidad en el arte», aseguró Ramon.
En el volumen podemos encontrar desde mujeres bíblicas, como Eva, Dalila o María Magdalena, a partir del pincel de Anna Lea Merritt, Max Liebermann o Caravaggio, pasando por modelos como Germaine Gargallo o actrices que se han convertido en iconos como Hedy Lamarr, Marilyn Monroe o Ann Blyth. Todo eso en un mundo en el que la literatura ha tratado mejor al erotismo que el arte. Artur Ramon apunta como explicación que «el erotismo es pasar el sexo por el filtro de la cultura, algo que explica muy bien Octavio Paz en “La llama doble”. Como se trata de enseñar y no mostrar, es más fácil que lo haga la literatura que no es visual y evoca, con ese juego de insinuación. En cambio, el arte siempre pone al espectador en ese papel de “voyeur”, especialmente la pintura que te hace estar delante de un rectángulo, de un trocito que puedes mirar. Por eso me gusta esa idea del espectador mirando algo que no deberían ver y con eso han jugado mucho los pintores».
A este respecto, escribiendo el libro, Artur Ramon descubrió un guiño de Hitchcock en «Psicosis». En la escena previa al célebre asesinato en la ducha de Marion, el personaje que interpreta Janet Leigh, Norman Bates –en la piel de Anthony Perkins– contempla a su víctima desde una habitación siniestra. Bates mira a su víctima gracias a un agujero oculto por un cuadro con una escena de Susana y los viejos. «Es un juego que Hitchcock nos sugiere a los espectadores avanzados», recuerda el autor.
Cuando se le pregunta a Artur Ramon dónde está hoy el erotismo no duda en responder que en el materialismo. «El erotismo que tenía antes un cierto glamour, hoy no tiene ninguno. Ahora se le confunde con la pornografía porque hay una barrera muy fina que se puede cruzar. Hoy en las redes todo es una pornografía vulgar, un sexo sin filtro de cultura y civilización, sin ningún tipo de refinamiento», concluye Ramon.
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