Exposición
Miró entra en el Palau
Una exposición reúne varias esculturas de gran tamaño del artista
Una exposición reúne varias esculturas de gran tamaño del artista
Ningún otro artista como Joan Miró ha sabido mirar la naturaleza como inspiración para su trabajo. La tierra, la flora, los animales, la gente que trabaja en el campo, todo ello le sirvió como guía para muchos de trabajos, un terreno que iba mucho más allá de la pintura.
Al Miró escultor también le atrajo beber del ambiente natural para crear lo que era su personal interpretación del «objet trouvé». Eso es lo que puede encontrarse en una exposición fascinante, aunque de pequeño formato, que durante este mes puede visitarse en el Palau de la Música Catalana de Barcelona donde el arquitecto Lluís domènech i Montaner puso en práctica algunos .
Decía Miró, en una entrevista con Georges Charbonnier, en 1951, que esculpía «por el contacto directo con la tierra, con las piedras, con un árbol. Cuando vivo en el campo, nunca pienso en la pintura. Al contrario, es la escultura lo que me interesa». El fruto de ese interés son las obras que, procedentes de la Fundació Joan Miró, ocupan el Foyer y la Sala Lluís Millet del Palau de la Música Catalana.
Interesado siempre por renovarse como autor, en estos trabajos realizados entre 1969 y 1981, bebe también de la tradición y del arte popular, como subrayó ayer la conservadora de la Fundació Miró, Teresa Montaner, en la presentación de la muestra. Un buen ejemplo lo encontramos en la pieza que abre el recorrido, «Personaje y pájaro» (1970), situada en el vestíbulo del musical edificio modernista, y que fue el modelo para la obra monumental y cromática que en 1982 se erigió en Houston (Estados Unidos). Es un ejemplo del minimalismo mironiano, de cómo el empleo de unos materiales encontrados pueden servir para trazar las formas del hombre y el animal que protagonizan el conjunto de bronces.
A la manera de imprescindible material documental, la exposición cuenta también con fotografías de Joaquim Gomis, quien fuera buen amigo del artista y un privilegiado espectador de todo el proceso creativo. Pero en las imágenes presentes en el Palau no vemos en ningún momento la imagen de Miró –a excepción de un retrato de la entrada– sino que vemos la inspiración, las raíces de las esculturas. Son fotografías realizadas en el pasaje del Crèdit, en Barcelona, que fue vivienda y taller del pintor y escultor, y otras captadas en el Mas Miró de Mont-roig, el espacio que el artista inmortalizó en una de sus telas más celebradas: «La masía». La cámara de Gomis se fijó en el detalle pequeño, en objetos y piezas que después acabaron convirtiéndose en una pieza indispensable de sus esculturas. Eso es evidente en las obras, también presentadas en el Palau de la Música Catalana, «El equilibrista» (1969), «Mujer con cántaro» (1970), «Cabeza de toro» (1970), «El rey guerrero» y «Cabeza y pájaro» (estas dos últimas de 1981).
Tan amante de la música, especialmente del jazz, habría estado especialmente feliz de saber que ejemplos de su producción escultórica dejaban el museo para pasar a ser residentes temporales de la sede del Orfeó Català.
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