Caridad
Antonio Casanova: «Es muy difícil que alguien pase hambre. Hay suficientes recursos para evitarlo»
VALENCIA- Cuando a Antonio Casanova se le pregunta por la jubilación, sonríe. Lleva 28 años en esta Casa y admite que está cansado, pero no pone fecha a su marcha. Sin embargo todo apunta a que el año elegido será 2015, después de asistir a la inauguración del centro que la ONG de los valencianos levanta en el barrio de Benicalap. Ilusión y poco drama son las máximas que guían su labor. «Cambiar un país es muy complicado, pero poquito a poco saldremos».
–Es difícil ser optimista tras leer que cuando los comedores de los colegios cierran, los de Casa Caridad se llenan, ¿no cree?
–Se ha exagerado. Ha habido un repunte, pero estamos preparados más que de sobra para atender a esos niños. No hay que darle más importancia de la que tiene. A nosotros no nos preocupa la situación. Mientras un solo niño nos necesite, ahí estaremos.
–El Banco de Alimentos hizo un llamamiento porque se está quedando sin existencias. Propone una reunión de las ONG con la Generalitat, ¿cómo lo ve?
–Cáritas y el Banco de Alimentos hacen una labor muy buena, y nosotros hacemos lo que podemos. Me parece muy bien que se hagan reuniones, lo que pasa es que siempre hemos sido muy cautos a la hora de participar en demandas colectivas. Nosotros actuamos para resolver nuestros problemas, de los que no hacemos partícipes al resto de instituciones. Compartimos la petición de una mayor labor social, pero cada uno tiene que cumplir con sus objetivos.
-¿Está cumpliendo el Ayuntamiento con sus compromisos económicos?
–Hasta ahora lo ha hecho. Por lo menos con nosotros. Nuestras relaciones con las instituciones públicas son muy buenas.
–Los españoles están desencantados de los políticos ¿Afecta a su solidaridad?
–Creo que no. Somos una institución ligada al pueblo valenciano. Aquí poco tiene que ver la percepción que se tenga de los políticos. Aquí abrimos las puertas a todos con independencia de su ideología. No somos nadie para valorar el comportamiento de los políticos. El año pasado, el 79 por ciento de nuestros fondos procedían de la sociedad civil y el resto, de la Administración. Por esa composición de financiación podemos sobrevivir en plena crisis, porque no dependemos de los Gobiernos. Ésta es una institución del pueblo valenciano y es el que la mantiene. La Administración apoya en un 21 %. No sé si es mucho o poco (sonríe).
–Andamos promocionando estos días la «Marca España», tratando de recuperar el prestigio perdido ¿Cómo afectan los reportajes y fotografías que muestran a españoles rebuscando en la basura?
–Lo del «New York Times» estuvo fuera de tono porque no refleja en absoluto la realidad del país. Ese mismo periódico hablaba en positivo de la Casa de la Caridad hace apenas tres años.
–¿Pero que se refleje esta realidad no puede ser positivo ? ¿No evidencia el problema?
–Creo que es negativo, pero sobre todo lo que es mentira. Puede haber un caso, dos, cien, quinientos... pero la inmensa mayoría no va buscando en la basura.
-¿No hay gente pasando hambre?
–Creo que hay suficientes recursos para que la gente no pase hambre. Estamos hablando del Banco de Alimentos, de Cáritas, de San Juan de Dios, de nosotros... Existen muchas instituciones. Es difícil que una persona en este país pase hambre.
–¿Cuánto sea ahorra la Administración con la existencia de la Casa de la Caridad?
–Eso es muy difícil valorarlo. Si no existiéramos, no sé qué pasaría. Mientras hagamos falta, aquí estaremos.
–¿Pero esta atención no es obligación de los Gobiernos?
–Hay un error en la concepción de la solidaridad. Mucha gente cree que por el hecho de pagar impuestos y marcar la casilla, ya está liberada de colaborar en proyectos solidarios. El otro día leí que el 40 por ciento de los españoles no tiene ninguna vinculación con un proyecto solidario. Eso es una barbaridad. La Casa de la Caridad tiene que funcionar con o sin Administración pública, y las ONG, igual. Es obligación de la sociedad tener unos principios morales de solidaridad para ayudar a los necesitados. Eso no quiere decir que no tengamos la obligación de reclamar el compromiso de las entidades públicas.
–¿Dónde se halla el punto de no retorno?
–Cuando se cruza la línea de la exclusión social. El problema del paro no es solo económico, sino también psicológico, un drama humano. El no sentirse útil a la sociedad durante mucho tiempo puede llevar a las personas al límite y es ahí donde se rompen los esquemas de normalidad. Esa degradación te puede llevar a cruzar la delgada línea roja de la exclusión social. La recuperación luego, es más complicada.
-Desde ese optimismo, ¿cómo ve el futuro?
–Creo que empezará a mejorar a finales de 2014. Nos queda un año malo. Mientras no se cree empleo, será difícil. El consumo interno es el que debe tirar de la economía y eso no ocurrirá si tenemos seis millones de parados. Y eso no se baja en 12 meses, ni en un año, ni en dos.
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