Economía
El gran reto de la segunda generación de Pikolinos
El presidente ejecutivo del grupo alicantino, Juan Manuel Perán, logra aumentar el volumen de negocio de la empresa y afianza su expansión en China
¿Qué hay de cierto en el dicho de que la primera generación construye la empresa, la segunda la disfruta y la tercera la destruye? Pues, según el presidente ejecutivo del Grupo Pikolinos, Juan Manuel Perán, nada. A juicio de este ilicitano formado en países como Alemania e Italia e hijo del fundador de la marca, se trata de una frase arcaica que nada tiene que ver con las actuales empresas familiares. «Si eso fuera así, ni yo estaría en la presidencia, ni mis hermanas trabajando de forma incondicional en el grupo».
El máximo responsable de esta empresa alicantina y la más importante de su sector en la Comunitat Valenciana admite, no obstante, que todo empieza en la infancia y que fue en casa dónde les supieron educar en la responsabilidad. Ya más mayores, esa ayuda vino de la mano de organizaciones como la Asociación de la Empresa Familiar de Alicante, dónde les explicaron qué es y para qué sirve un protocolo familiar y cuáles son las correctas normas de convivencia, aceptación y responsabilidades que se tiene por ser socio, empleado o familia.
Pikolinos cerró 2015 con una cifra de negocio de 92 millones de euros, el 13% más que en el año anterior. Por facturación se posiciona como el quinto mayor grupo de calzado del país (en 2015 comercializó más de dos millones de pares de zapatos).
Perán cuenta que el secreto para haber capeado la crisis es «trabajar, trabajar y trabajar» y seguir ofreciendo lo mejor de uno mismo al mercado. «Hay que ver el mundo empresarial desde un prisma de mejora continua, sin fin. Contar con un equipo humano dispuesto a trabajar contigo codo con codo y sacrificarse para salir adelante juntos; huir de las medidas drásticas intentando siempre escuchar y ver las necesidades del mercado lo más rápido posible».
Sobrevivir no ha sido cuestión de suerte, insiste. «Se sembró mucho como estructura de empresa desde el año 1984, creando una marca con un alto índice de internacionalización y más de 8.000 puntos de venta en todo el mundo. Esto nos ha permitido ser suficientemente flexibles y bajar en unos para subir en otros, compensando lo máximo posible una situación que en algunos momentos fue bastante complicada».
Asia, y en concreto China, es uno de esos mercados conquistados. «Es un país consumista, pero cada vez más exigente, por lo que los retos son altos para cualquier empresa que quiera vender allí. Nosotros, actualmente, tenemos más de 120 ‘corners’ en el país y nuestro balance no puede ser más que positivo. Ahora bien, es un mercado difícil y que requiere muchos esfuerzos para estar presente». ¿Su truco? «Ofrecer calidad, diseño y una marca detrás que soporte lo anterior».
Cree que para ser un emprendedor de los de verdad hay que tener «corazón, pasión y nada de miedo». Y aunque considera que en España existe una tendencia a centrarse en el fracaso, los empresarios españoles no son unos cobardes. «Hay múltiples ejemplos de ello. Nosotros, en su día, no lo fuimos cuando nos lanzamos al mercado europeo sin experiencia, conocimientos ni infraestructura. Hoy en día hay muchos ejemplos más y claros representantes de la valentía española para dominar un mercado. Y hablamos de los grandes, como Zara, pero lo podríamos hacer también de las pequeñas ‘startup’ que miran al exterior sin ningún rubor».
formación extranjera
Él también miró más allá de los límites de la localidad alicantina de Elche (donde empezó todo y donde se encuentra la sede principal de la compañía). De Italia, Reino Unido y Alemania aprendió nuevas formas de ver la vida. Entre otras, a ser más tolerante y saber que el mismo hecho se ve de forma diferente dependiendo en la cultura en la que nos encontremos «y que la verdad total no la tenemos nadie».
Industrialmente le sirvió para aprender diferentes formas de gestionar un negocio, de ver la creación o las colecciones en la moda. «En Reino Unido aprendí la multiculturalidad al estar en un colegio de calzado con muchas nacionalidades y cada uno con un pasado y formas de ver la vida. En Alemania, la gran organización, procesos y buena estructura de los equipos y en Italia, la gran pasión por el producto y el diseño».
¿Un nuevo diseño que traerá el fin de la tiranía del tacón? «Si el tacón existe a día de hoy es porque la mujer lo demanda. Nuestra obligación ha de ser la de saber escuchar y ofrecer, no imponer al mercado aquello que necesita» y en este punto reconoce que «el mercado es muy grande y hay mucho tipo de consumidoras».
¿Podría ser la reina Doña Letizia una de ellas? «¡¿Por qué no?! Ojalá haya algún modelo que le sorprenda y llegue a su armario. A ella y a cualquier mujer que quiera disfrutar de la comodidad en su día a día».
Afirma que para ser feliz y vivir bien no es necesario ser jefe. «Es una actitud ante la vida; en cada momento que abrimos los ojos por la mañana», pero confiesa que a él también le molestan algunas chinas en el zapato. «Mis piedras son las etiquetas que permiten prejuzgarnos y las injusticias. Es lo que más me molesta para caminar cómodo por la vida».
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