Sevilla
Las 1.100 detenciones de los menores «roba-móviles»
Una banda de ladrones rumanos hace todos los días el mismo circuito para robar. Hasta junio, los agentes los habían cazado más de 180 veces al mes.
Vienen del Éste, concretamente de Rumanía, pero la puntualidad suiza con la que cumplen sus rutinas de trabajo deja boquiabierto a cualquiera. Para ellos no hay verano que valga. Ni piscina con los amigos ni vacaciones de ningún tipo. Al contrario, la época estival es de mucho trabajo. Se trata de un grupo de menores rumanos que no llegan a los 16 años y que cada día cumple escrupulosamente con su «trabajo»: una ruta establecida por el Madrid más turístico con el objetivo de ir robando en las terrazas de verano los teléfonos móviles que la gente suele dejar encima de las mesas. Llevan años dedicándose a esto y ya son unos auténticos expertos, si bien es cierto que gozan de la impunidad que les da ser menores. La cifra asusta: han sido detenidos hasta en 1.100 ocasiones sólo en los primeros seis meses del año, según confirmaron fuentes policiales a LA RAZÓN.
El circuito está ya cerrado y más que estudiado. Viven en el poblado chabolista de la Cañada Real y suelen llegar hasta el centro en un autobús que los deja en la estación de Conde Casal. Pero la ruta comienza en Atocha, donde llegan a las 10:30 horas. Allí, muchas veces se separan y tiran las chicas por la calle Atocha y ellos por el Paseo del Pardo. En cualquier caso, el punto clave de inicio es la plaza de Neptuno. Allí, en las terrazas del VIPS y del Starbucks, aprovechan a «tantear» las mesas de quienes hacen tiempo para entrar al Museo del Prado. Sin embargo a esa hora suele haber poca gente y da el sol en ese rincón, por lo que no suele haber demasiados turistas sentados. Unos minutos después, sobre las 10:45 horas, giran hacia la carrera de San Jerónimo y hacen lo propio en las otras dos terrazas que hay enfrente del Palace, un poco más abajo del Congreso. Su modus operandi es siempre el mismo: primero va el más pequeño tanteando las mesas. Donde ve un cebo, lo marca y sus compinches que van detrás se acercan al turista con un mapa o una revista para taparles la visión. Suelen ser chicas las que se acercan más a las mesas porque levantan menos sospechas que ellos. Otra «mano inocente» coge en ese momento el smartphone de turno y salen tranquilamente si nadie se ha dado cuenta. En caso contrario, echan a correr.
La ruta a la caza del móvil continúa por las calles aledañas al Congreso de los Diputados, pero nunca lo bordean para evitar pasar cerca de la Policía. Suelen hacerlo por la calle Marqués de Cubas. Allí salen a la calle Banco de España y suben por calle Alcalá para «hacer» la terraza del Círculo de Bellas Artes. Sobre las 10:50 pasan por la cafetería Hontanares de la calle Sevilla, 6 y poco antes de las once de la mañana llegan a la plaza de Santa Ana y como las terrazas aún no están montadas continúan por plaza del Ángel (a esas horas sí hay algunos turistas sentados en veladores) hasta la plaza de Jacinto Benavente.
Continuan por la calle de la Bolsa a la plaza de Santa Cruz para entrar por la calle Zaragoza a la Plaza Mayor. Ésta es otra gran zona de «trabajo» para ellos. Desde allí, bajan por la calle Felipe III a la calle San Ginés, donde también hay varios locales con terraza. Bajan por calle Bordadores o Plazuela de San Ginés y llegan a Arenal. Allí giran por Arenal, llegan a Ópera y Plaza de Oriente. Por todas las terrazas del camino, el mismo modus operandi. En los jardines de Sabatini, que es la «base de operaciones» realizan la parada oficial del recorrido. Allí suelen intercambiar información de las mejores zonas para «trabajar» ese día y «descargan» el material sustraido. Generalmente van a por los móviles de última generación pero tampoco hacen ascos a carteras o cámaras fotográficas.
Allí están hasta poco antes de las 12 del mediodía. Entonces, comienza la ruta y ahora sí habrá más gente: los extranjeros suelen comer de 12 a 13:00 horas. Entre 14:00 y 14:30 horas actúan por la zona de Neptuno, su punto estrella y donde la Policía ya les ha detenido en varias ocasiones. Si todo ha ido bien, vuelven a la Cañada a la hora de la comida. Algunas veces, las víctimas se dan cuenta en el momento y en otras los dueños del bar, que ya los conocen de sobra y están cansados de que ahuyenten a su clientela. «Con ellos no se puede hacer nada. Sabes que vuelven mañana sí o sí», explicó ayer un comerciante afectado.
Cuando son arrestados –sólo cuando son pillados in fraganti– se encarga de ellos el Grupo de Menores (GRUME) de la Brigada Provincial de Policía Judicial de Madrid, que los pone a disposición de la Fiscalía de Menores. Nunca dicen quiénes son sus padres ni cómo se llaman, así, que no pueden llamar a nadie. Los llevan a un centro de menores o los dejan en la calle. Al día siguiente estarán, de nuevo, en el Paseo del Prado. Puntuales como nadie.
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