Criminalidad
«Niño Sáez»: Una mala «inversión» en coca, tras la muerte del alunicero
Un narco habría encargado la muerte de «El Niño» porque no le pagaba una partida de droga. Investigan si el socio de Sáez le hizo creer que devolvería la mercancía para que no ingresara el dinero y, en realidad, se la quedó.
Un narco habría encargado la muerte de «El Niño» porque no le pagaba una partida de droga. Investigan si el socio de Sáez le hizo creer que devolvería la mercancía para que no ingresara el dinero y, en realidad, se la quedó.
«El Niño Sáez» era un gran inversor. Casas de lujo, compraventa de coches... Según quienes le conocían, su principal problema y lo que, probablemente, le llevó a la muerte, fue la ambición. A sus 36 años, Francisco Javier Martín Sáez podía, tranquilamente, vivir sin trabajar; dedicarse a disfrutar de todo el patrimonio que había ido amasando a lo largo de su intensa carrera delictiva. Sin embargo, «El Niño» seguía en la cresta de la ola, dando grandes «palos» con su banda de aluniceros y butroneros, reventando cajas de seguridad con lanzas térmicas. Dicen que quería emular a su ídolo, «El Casper», que pasó del alunizaje a los «vuelcos» (robar dinero o cocaína a traficantes), y que ahora está en la cárcel y enfermo. Era su referente, como él lo ha sido para muchos. «¿Por qué sigues en esto?» le decía hace unas semanas un allegado. «Estoy enganchado a la adrenalina, no puedo parar», le contestó a la salida de unos juzgados; lugar que frecuentaba a menudo no sólo por sus andanzas callejeras sino también por un complicado proceso de divorcio con su ex mujer.
En cualquier caso, hacía tiempo que «El Niño» se había metido en inversiones de cocaína. Peligrosas, pero que daban grandes beneficios: poner un millón de euros y volver con tres. Imposible decir que no. Los agentes de Homicidios investigan a un nuevo socio de Sáez en estos menesteres, donde «El Niño» no sabía moverse bien. Se trata de un conocido traficante con un característico apodo, que solía mover grandes cantidades de cocaína con su hermano. Le tomaron declaración el día del asesinato de «El Niño», y señaló a un colombiano en concreto (que con casi total seguridad se encuentra en su país de origen) como posible autor intelectual del asesinato del alunicero. También ayer estuvieron interrogándole varias horas. Si bien puede que haya sido ese colombiano quien encargara la muerte de Sáez, los investigadores creen que, en realidad, es él el que está detrás de lo que motivó el encargo de acabar con la vida de «El Niño», quien cayó en su barrio, el Alto de Extremadura, tras recibir tres disparos de un sicario colombiano a eso de las 11:30 horas de la mañana del domingo.
Según esta línea de investigación, el origen del asesinato vendría de un negocio que se cerraría hace algo menos de un año en la isla de Ibiza. Allí, el intermediario y a la postre socio de Sáez, le presentó a un narco colombiano no muy conocido. Este socio, ahora sospechoso de la Policía, ya había convencido, por un lado, a Sáez para que realizara esta inversión y, por otro, a ese colombiano de hacer negocio con «El Niño». En aquel encuentro se habría acordado que el narco pondría la coca, unos 100 o 120 kilos; «El Niño», el dinero, y el socio –junto a su hermano– explotarían el negocio. Es decir, moverían el estupefaciente para sacarle el beneficio acordado con el inversor (Sáez). Algo falló en aquella transacción de dinero y el narco creyó que «El Niño» no quería pagar: no le llegaba el dinero acordado.
En realidad, lo que creen los investigadores es que el socio de Sáez sí recibió la droga y la había empezado a mover pero le hizo creer a «El Niño» que no. «No pagues todavía porque la voy a devolver. Está mala, que se la queden ellos», le debió decir a Sáez.
Sin embargo, el tiempo pasaba y el colombiano veía que no recibía lo acordado. Era complicado contactar con «El Niño» porque éste cambiaba a menudo de móvil, por motivos de seguridad. En cualquier caso, este intermediario le hizo creer al narco que, efectivamente, Sáez no quería pagar y el colombiano procedió a aplicar el protocolo habitual en estos casos y de sobra conocido por todos: acabar con la vida del que no paga. Dice su entorno cercano que ya le intentaron matar hace un mes, pero que el arma de fuego que el presunto sicario iba a emplear «se encasquilló». Él sacó un bate y todo quedó ahí.
Puede que fuera verdad que el arma fallara, o en realidad, sólo era el último aviso o una señal para que revisara bien sus negocios. La segunda y última vez fue el domingo y en esta ocasión el arma funcionó. «El Niño» recibió tres disparos, dos en la axila izquierda y otro en el cuello (probablemente éste fuera el primero y mortal).
Esa misma tarde, mientras el musculado cuerpo de Sáez yacía en una fría mesa de autopsias del Anatómico de Ciudad Universitaria, su socio hablaba en la Jefatura Superior de Policía de Madrid. Mentó al supuesto colombiano, con foto incluida, pero silenció la mayor parte de este relato, que es la principal hipótesis que barajan los investigadores. Lógicamente el intermediario se muestra colaborador y de ahí que señalase al colombiano porque se sabe bastante «apurado» y porque su teoría no se sostiene demasiado. Ahora los agentes deben encontrar los indicios necesarios para detenerle, además de tratar de contactar con el colombiano.
Otra de las versiones que los allegados de «El Niño» sospechaban el domingo como posible motivo de su muerte está relacionada con el robo de bastantes kilos del mismo estupefaciente en un piso de Madrid. Al parecer, a la víctima de este robo, también colombiano, le había hecho creer que detrás del robo estaba la banda de «El Niño» pero, en esta ocasión, al parecer, no era cierto. Una confusión que habría llevado a la muerte al mítico alunicero. Un delincuente que, en realidad, sólo acumulaba robos con fuerza y ningún delito de sangre.
Policías full gracias a un «santero»
Hace tiempo que la Policía sabía que «El Niño» daba «vuelcos». Trabajaba mucho con un socio colombiano, bastante famoso en Madrid, que le daba «santos» para hacer robos. Dar un «santo» es algo así como un «chivatazo» desde dentro de una organización de narcos. El colombiano daría información privilegiada a Sáez (por ejemplo, lugares y horas donde se iban a producir pases) y la banda de éste se hacía pasar por policías («policías full» o falsos) para quedarse con la mercancía. El «santero» o chivato colombiano se quedaba después con un porcentaje de los beneficios que daba la venta de esa mercancía en el mercado negro de la droga.
Ajuste de cuentas: 70.000 euros
Siempre se ha dicho que una vida no tiene precio, pero en el mundo del hampa, desgraciadamente, sí la tiene. En realidad, lo que tiene precio no es la persona, sino el trabajo bien hecho. Fuentes conocedoras del asunto aseguran que por 10.000 euros puedes encontrar a gente dispuesta a hacer desaparecer a alguien para siempre pero que corres el riesgo de que sea una chapuza y encuentren enseguida al sicario y éste acabe delatando, por lo que no ha valido para nada. Una muerte estudiada y profesional puede costar, según las mismas fuentes entre 50.000 y 70.000 euros. La de «El Niño», dicen, no valía menos.
DE PELÍCULA; por Serafín Giraldo-Portavoz de la UFP
No voy a convertir en un héroe a quien era un delincuente. Esta tarde, cuando LA RAZÓN me pidió escribir una opinión sobre «El Niño Sáez», mi primer impulso fue ése, hablar de una especie de torero que murió en la plaza al que debo darle en este escrito un reconocimiento público. Reconozco que le echaré de menos. En algunas ocasiones hablé de él en televisión o radio, cada vez que robaban un banco o joyería con la técnica del butrón irremediablemente los periodistas recordaban su nombre. En el fondo tenía su mérito.
Francisco Javier Martín Sáez era un histórico butronero y un experto alunicero. En el mundo de la delincuencia uno de los mejores, un «maestro» en estas técnicas. Empezó casi de niño, atracando pequeños comercios. Vivió siempre del delito, no sólo era conocido, yo diría que hasta famoso, y su fama se acrecentaba en cada fechoría.
Falleció este domingo, acribillado a balazos en un más que posible ajuste de cuentas, en plena calle y a la luz del día. Poco antes de la hora de la comida, se dirigía a casa de su madre, imagino que con ese fin, y fue tiroteado dentro de un coche.
Aún muerto nos sigue dando trabajo, hay que detener a los autores. Quizás por la forma en la que fue ejecutado empezara a tener relación con el mundo de las drogas, todos caen y en ese mundo las deudas se pagan siempre.
Es una historia de película, como la del «Vaquilla», o un nuevo «Torete», o la del «Dioni», este país es dado a mitificar a quien vive del delito. Pero yo no voy a contar esa historia, no voy a engrandecer a quien fue detenido en más de 100 ocasiones por mis compañeros, esos policías que, una vez tras otra, se afanaron en ponerlo ante un juez como responsable de infinidad de atracos. No voy a contar la historia de una persona con 40 antecedentes judiciales que estaba en la calle, no voy contar la historia de una persona que disfrutaba de unos beneficios penitenciarios para seguir robando, no voy a contar la historia de una persona que consiguió vivir del delito durante 36 años.... algo falla en nuestro sistema jurídico penal y «El Niño Sáez» es un claro ejemplo de ello. La próxima vez escribiré sobre ello, sobre nuestra Justicia, ésa si es una buena película... de miedo.
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