Tiene una amplia experiencia de gestión en el ámbito de la educación y eso cree que le coloca en una buena posición para convertirse en el próximo rector de la Universidad Rey Juan Carlos en las elecciones que se celebran el 3 de marzo. Es un convencido de la universidad presencial, a la que se volverá cuando se pueda. Pero, cuando se haga, ya no será la misma porque «se habrán incorporado muchas de las metodologías que se han desarrollado durante la pandemia».
¿Por qué quiere ser rector de la Universidad Rey Juan Carlos?
En primer lugar, porque tengo la ilusión de poner en marcha un proyecto plural, una idea compartida de universidad, que reivindique una Universidad Rey Juan Carlos pujante, adaptada a las demandas de la sociedad y que sea capaz de transmitir la realidad de nuestro esfuerzo por dar un servicio público de la máxima calidad. En segundo lugar, porque considero que resulta necesario y urgente un cambio de rumbo en la URJC, y creo que puedo contribuir a esa apasionante tarea.
¿Dígame tres motivos por los que votarle a usted y no a otro de los cuatro candidatos que se presentan?
En primer lugar, considero que me avala la experiencia acumulada de muchos años como gestor, ya sea como vicerrector de investigación, director de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), o como Consejero de Educación del gobierno de la Comunidad de Madrid. Distintas posiciones del complejo tablero universitario que me proporcionan una privilegiada posición para afrontar los retos de nuestra institución.
En segundo lugar, porque presentamos un proyecto sólido, ambicioso e ilusionante que aborda con propuestas detalladas los desafíos que necesita abordar la URJC en los próximos años.
Y, en tercer lugar, porque conozco bien la pluralidad de intereses y las legítimas necesidades y demandas de sus colectivos, por lo que la próxima legislatura se ha de caracterizar por volver a los canales del diálogo, a la búsqueda de grandes consensos, al respeto a los órganos de representación y a eliminar la conflictividad que ha caracterizado esta legislatura que acaba.
¿Cuáles son las líneas básicas de su programa?
Mi proyecto está estructurado en torno a 10 metas para las personas y 10 retos para la institución que se materializan en un programa con más de 60 objetivos y casi 300 acciones concretas. Si tuviera que sintetizar todo este conjunto de actuaciones específicas, diría que se trata de mejorar la vida universitaria de la comunidad universitaria a través del diálogo. ¿En qué aspectos determinados? En gobernanza y gestión administrativa, calidad e internacionalización, transformación digital, financiación, infraestructuras, equidad, sostenibilidad y en comunicación, principalmente.
¿Qué va a hacer en la universidad para acabar con el lastre del “Caso Cifuentes”?
Nuestros casi 50.000 estudiantes no se merecen que sus titulaciones, sus esfuerzos personales y económicos y sus carreras profesionales se vean lastrados por acontecimientos ajenos a ellos. Tampoco lo merecen sus trabajadores, 2.500 profesores e investigadores, o las 720 personas del colectivo del PAS. Todos hemos sido víctimas de una serie de comportamientos irregulares, muy puntuales pero graves, que no volverán a producirse. Pero también hemos padecido una gestión muy deficiente de la comunicación institucional, de la falta de respuesta más allá de seguir ahondando en unos hechos pasados y en una política de autodestrucción incapaz de reflejar la verdadera dimensión del trabajo y el esfuerzo diario de los colectivos de la URJC. Tenemos que ser capaces de acelerar el proceso de cambio de percepción de la sociedad sobre lo que es de verdad la URJC, una institución de servicio público que hoy en día proporciona una buena formación a sus estudiantes que se ve reconocida por la mayor tasa de inserción laboral en muchas de sus titulaciones, porque seguimos creciendo en nuestra producción científica o porque seguimos atendiendo a mucha demanda de transferencia de conocimiento a nuestro entorno social. Ser capaces de comunicarlos adecuadamente será el camino para alcanzar el reconocimiento y el prestigio que considero que debe tener la URJC.
¿Cree que una universidad como la Rey Juan Carlos ha estado demasiado politizada?
No lo creo, y no hay más que ver la historia del resto de universidades públicas en Madrid o en España y la participación puntual de su personal en la vida política. La universidad Rey Juan Carlos es una institución pública plural, reflejo de la sociedad madrileña, con servidores públicos que también han tenido responsabilidades políticas en un período breve de tiempo, algo que no solo no tiene por qué tener connotaciones peyorativas, sino que lo considero bueno para la política y bueno para las propias instituciones públicas.
¿Cree, que la reforma universitaria que está abordando el Ministerio de Universidades va a acabar con otro de los males de la universidad, la endogamia?
Cuando se vaya concretando esa propuesta de reforma la valoraremos. Debe afrontar muchos aspectos, entre ellos ese, aunque nuestro actual sistema de acreditación del profesorado proporciona hoy en día una garantía de calidad que ha reducido su incidencia en nuestro sistema universitario. Espero que se escuche muy activamente a las universidades para diseñar, entre todos, la mejor reforma posible.
¿Cree que deberían bajarse los precios de las tasas universitarias?
Debido a la crisis derivada de la pandemia, estoy convencido de que hay que ser especialmente sensibles a la situación económica y personal de nuestros estudiantes. Las universidades, junto con las comunidades autónomas y el Estado, deben incrementar las becas, implementar nuevas ayudas y bajar las tasas para que ningún estudiante se quede sin estudiar por carecer de recursos.
¿Cómo debe orientarse la formación universitaria de cara al futuro a partir de la experiencia que hemos tenido con la educación online por la pandemia?
La transformación digital se ha acelerado con la COVID-19, pero es un proceso que lleva años gestándose. En mi programa hay más de treinta medidas concretas para potenciar no solo la enseñanza online, sino la virtualización de los aularios y laboratorios presenciales, la administración electrónica sin papel, la movilidad sostenible o la disposición de recursos y contenidos de acceso abierto, todo ello para potenciar una formación integral que aúne lo mejor de los dos mundos, el físico y el virtual. Soy un convencido que la universidad presencial, a la que volveremos tan pronto como sea posible, no será la misma, sino que incorporará muchos de los desarrollos y metodologías que se han desarrollado en esta situación de pandemia, para complementar y mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje universitario. La pandemia nos ha mostrado lo valioso que es la presencialidad en la enseñanza, pero también la absoluta necesidad de incorporar lo digital.
¿Cómo piensa potenciar la investigación?
Por encima de todo soy un profesor universitario y como muchas de las personas de la universidad nos apasiona la investigación. Tuve el privilegio de ser vicerrector de investigación de la universidad durante 10 años donde se pusieron en marcha muchas iniciativas, algunas de ellas aún vigentes más de 15 años después. En mi etapa como director de ANECA promoví el reconocimiento de la actividad investigadora de una forma más singularizada para cada ámbito científico. Y ya en la Consejería tuvimos la oportunidad de alumbrar el V plan regional de investigación científica e innovación tecnológica, con iniciativas innovadoras como el programa de atracción de talento. Tenemos que incentivar la carrera investigadora; dotar de recursos suficientes a los grupos de investigación; proporcionarles información y ayuda para impulsar sus proyectos; impulsar la participación en convocatorias internacionales; liberarles, en la medida de lo posible, de tareas administrativas y burocráticas; comunicar abiertamente los resultados a la sociedad y, sobre todo, transferir ese conocimiento fuera de la universidad y liderar iniciativas que repercutan en nuestras empresas, y por ende, en la ciudadanía.
¿Es partidario de exámenes online o presenciales?
Soy partidario de la excelencia académica, y, por lo tanto, más que la modalidad de examen, me parece fundamental la exigencia y el trabajo duro y la medición de resultados aprovechando los múltiples modos de evaluar, no solo por medio de exámenes puntuales sino también de trabajos teóricos y prácticos, una labor continua que podemos acometer docentes y estudiantes tanto en presencial como en remoto. Los modos de evaluar condicionan las maneras de aprender. Centrar el debate en los exámenes nos aleja de la reflexión de fondo, pendiente en la universidad, sobre cómo podemos hacer de la evaluación un instrumento de mejora del aprendizaje de los estudiantes, al tiempo que garantizamos una evaluación justa, rigurosa y objetiva. Reflexionar sobre la evaluación es una forma de reflexionar sobre la educación que queremos brindar a nuestros estudiantes.
¿La universidad debería aumentar el número de títulos o todo lo contrario, reducirlos y tender más hacia la especialización?
Considero que la propuesta de grados y postgrados que oferta la URJC debe ajustarse por un lado a la demanda de la sociedad, y muy particularmente sus empresas, pero tampoco tiene que olvidar nuestra responsabilidad en la formación de una sociedad crítica, culta, capaz de proporcionar una visión plural del ser humano y promover los valores democráticos. Educar es dar herramientas para leer el pasado, comprender el presente e imaginar el futuro. La oferta formativa debe ser el fruto también del diálogo entre departamentos, facultades y escuelas, escuchando a todos los colectivos universitarios. En un aspecto tan relevante como la creación de nuevos títulos, los planes de estudio o los itinerarios formativos necesitamos cogobernanza y participación. Cuando sea rector, me comprometo a lograr la mejor organización académica para la URJC y a poner en marcha las iniciativas que hagan falta para conseguirlo.