Sociedad

Por qué ya no nos tratan de usted

La última barrera que quedaba por derribarse antes de que nos perdamos tanto el respeto que acabemos vomitándonos encima está a punto de caer

Cuando empezaron a tratarme de usted adiviné que algo ceniciento expresaba la mirada como para merecer el honor, el galón ganado al tiempo. Primero se recibe con cierto desdén hasta que uno recuerda que, a esa misma edad, padre ya cargaba con cuatro hijos. Ahora ocurre todo lo contrario, para encontrar a alguien que se refiera a su interlocutor con el preceptivo usted hay que buscar entre los infantes bien educados que piden permiso para acariciar al perro del vecino cuando lo saca a pasear. Primera conclusión: no se trata de una moda juvenil que los mayores han adoptado por la bárbara fuerza de las nuevas costumbres. La juventud retuerce el léxico, pero las formas, más o menos, siguen siendo las mismas.

Sin embargo, no hay teleoperador que no tutee en cuanto se le da a la tecla de aceptar del móvil. «Perdona, ¿me puedes decir con qué compañía contrataste la línea?». Antes de colgar lo que a uno le sale es: «Perdone, ¿le conozco de algo? No solo llaman a horas intempestivas, bueno, cualquier momento en que se recibe una llamada molesta es intempestivo sino que además nos tratan como a un colega con el que se han pasado veinte farras. Ciertas emisoras de radio, no pocos programas de televisión y cada vez más artículos periodísticos nos tutean a lo droga dura, sin ni siquiera probarla. Es de suponer que intentan conseguir la cercanía y la confianza necesarias para vender la moto. En mí despierta un rechazo que me recuerda que soy mayor. El mismo que cuando hacían lo contrario, tratarme de usted, en los tiempos en que pensaba que aún era joven para merecerlo.

La última barrera que quedaba por derribarse antes de que nos perdamos tanto el respeto que acabemos vomitándonos encima está a punto de caer. Tutearnos, ceder el asiento a una persona mayor y que la persona mayor lo rechace porque se siente ofendida: esos gestos que anuncian que el fin de la civilización está cerca. Soporto antes a los hombres que llevan camisas de manga corta, a los que se visten como sus hijos pero con treinta kilos más con el consiguiente abultamiento abdominal, a los exhibicionistas que directamente corren sin camiseta, que a alguien que tutea nada más descolgar el teléfono. Imagino que varios estudios de márketing habrán dictaminado que esa es la mejor manera de llegar a un público en perpetuo bombardeo de basura. He aquí, pues a la excepción que les dice que con esa regla del maltrato público no merecen vender sartenes, ¿sabe usté?