F. C. Barcelona
30 de junio de 2018
Además de que ambos profesan la religión balompédica, a Isco y a Messi les une otro vínculo, que los dos terminan contrato el 30 de junio de 2018. Y uno más, que sus prisas por renovar son directamente proporcionales a la diligencia del Ayuntamiento de Madrid por iniciar las obras de acceso al Wanda Metropolitano. Tranquilidad desesperante en el segundo caso y parsimonia exasperante en el de los primeros.
Difieren, sin embargo, en los motivos que sugieren esa pachorra a la hora de sentarse a negociar. El compromiso de Isco y Messi con sus respectivos clubes es absoluto. El argentino es el líder indiscutible del Barça y el malagueño, en el Madrid, suplente de lujo. Un inconformista que se deprime en el banquillo. Quiere más minutos, más partidos, para que Julen Lopetegui no le pierda de vista. La titularidad en un equipo de primera línea es su anhelo, y la Selección, el siguiente objetivo.
La situación de Messi en el Barcelona es más compleja. Hay cifras sobre la mesa, entre 35 y 40 millones de euros netos por temporada a partir de la próxima. Y dudas del jugador en torno al proyecto, que tiende a agotarse y que después de más de cien millones invertidos en fichajes no termina de cuajar. El PSG dio el aviso y el Leganés, casi la puntilla. Leo desconoce quién le entrenará el curso que viene –también Luis Enrique da largas– y en qué acabará el proceso judicial que le tiene en vilo con una condena de 21 meses de cárcel por fraude fiscal.
La cláusula de rescisión de Isco (24 años) es de 150 millones; 250, la de Messi (29). Dicen que el malagueño hace tilín en el Barça, interés que salta las alarmas en el Madrid, que hace tiempo sondeó al argentino. El cambio de cromos es imposible, seguramente; aunque ya se sabe que cuando el diablo no tiene en qué entretenerse, mata moscas con el rabo.
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