Ely del Valle
Adiós, Cándido, adiós
Cándido se casó con UGT hace cuarenta y cinco años, y con su Secretaría General hace veinte, y a pesar de ello en los últimos tiempos parecía haberse olvidado de esa parte del contrato en la que se promete estar a las duras y a las maduras, en la salud y en la enfermedad. Los escándalos que han envuelto al sindicato y la falta de sintonía con los trabajadores hacían urgente no una sino muchas explicaciones por parte de quien ostenta lamáxima responsabilidad en la organización desde hace décadas. Sin embargo, Cándido ha preferido callar y, en última instancia, dar carpetazo a una época dorada a la que no ha sabido mantener el lustre.
El sindicalista, que llegó a conformar con su ex colega Fidalgo una silueta tan célebre como la de Don Quijote y Sancho Panza, hace mutis por el foro, agobiado por una corrupción que no respeta nada y un exceso de silencios tan clamoroso como lo fueron un día sus llamamientos a la huelga general. Y para colmo le salen ahora al paso los de Podemos, dispuestos a llevarse por delante un bisindicalismo tan arraigado en nuestro acervo laboral como el bipartidismo en el político. Demasiado para alguien de la «vieja guardia».
Cándido se va como otros muchos que protagonizaron la épica de una Transición cuyo principal defecto ha sido seguramente el de no haber pasado periódicamente la ITV y lo hace con la falta de pena y gloria que parece haberse convertido en la maldición de toda una generación de políticos, dejándole a quien venga detrás –que será, como se descuide, un compañero de pupitre de Garzón o de Errejón– una hipoteca de las de ahora, en la que la deuda supera con mucho el valor del bien principal. Y lo peor de todo es que nadie le va a entregar, como seguramente habrá soñado mas de una vez, un reloj de oro por los servicios prestados.
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