Francisco Marhuenda
Adiós, Duquesa
Cayetana Fitz-James Stuart fue una mujer fascinante hasta el final de sus días. La fuerte personalidad, independencia y simpatía de la XVIII Duquesa de Alba le otorgó una enorme popularidad. Era la depositaria de un legado histórico extraordinario en el que confluían algunas de las casas más importantes de la nobleza española, así como el ducado de Berwick que fue otorgado por el rey Jacobo II de Inglaterra en 1687 a su hijo natural Jacobo Fitz-James Stuart, caballero del Toisón de Oro, mariscal de Francia y capitán general de Cataluña, al que Felipe V distinguió con la grandeza de España el 23 de febrero de 1704 así como con el ducado de Liria y Jérica el 16 de octubre de 1707. En ella confluía la Casa de Hijar, ducado otorgado con carácter personal en 1483 y perpetuo en 1599. Otro de sus títulos era el de conde duque de Olivares, que provenía de Gaspar de Guzmán, el valido de Felipe IV y una de las figuras más importantes e interesantes de la Monarquía hispánica. La relación de títulos es enorme, así como las merecidas dignidades que recibió a lo largo de su vida. Un aspecto fascinante de su personalidad fue la firmeza con que luchó para mantener el legado que depositó en sus manos su padre, Jacobo, el otro gran Duque de Alba. Fue una de las figuras importantes del reinado de Alfonso XIII, al que le unía una estrecha amistad. El XVII Duque fue ministro, director de la Academia de la Historia, embajador y caballero del Toisón de Oro, pero sobre todo un intelectual brillante y un gran divulgador de la historia de su familia. Una figura muy respetada en el mundo de la cultura que supo transmitir a su hija la responsabilidad histórica que recaería a sus espaldas cuando él muriera. El primer marido de Cayetana, Luis Martínez de Irujo, que fue presidente del Instituto de España y consejero del Reino, tuvo un papel decisivo en ordenar y organizar la Casa de Alba con el enorme legado histórico y artístico que ha llegado hasta nuestros días. La labor que realizó con la ayuda de su mujer permitió que ese enorme patrimonio permaneciera unido. La continuidad de la Casa de Alba, no como una familia de la nobleza o cabeza de un conjunto de títulos muy importantes en la historia de España, está garantizada por ese espíritu que continuará con rigor y eficacia el hijo primogénito del matrimonio, el actual duque de Huéscar, Carlos Stuart. La continuidad de ese legado, la disponibilidad de un archivo extraordinario y un conjunto de bienes artísticos de incalculable valor, reflejan muy bien el valor moderno de ese conjunto de grandes casas que confluyeron, como consecuencia de los matrimonios, en el ducado de Alba, creado como condado en 1440 y en su actual denominación en 1469, con una de las grandezas inmemoriales reconocidas por el emperador Carlos. La gran Duquesa Cayetana, la mujer sorprendente y divertida pero consciente de su responsabilidad histórica, nos ha abandonado. Es una figura irremplazable en estos tiempos llenos de famosos con escasos méritos o incluso ninguno. Es el colofón final de una época más brillante, intensa y apasionante. Adiós, Duquesa. No conozco a otra mujer en la historia de España que haya llevado con mayor dignidad y empatía este título. Cuando se hablaba de la Duquesa, todo el mundo sabía que era Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, la gran Duquesa de Alba.
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