Alfonso Ussía

Al trovador

La Razón
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Dulce y soporífero trovador: Ignoro si permanece usted en Barcelona o ya ha cumplido su promesa y ha viajado al Senegal. Usted lo prometió: «Si la opción del sí a la independencia de Cataluña no es mayoritaria, me voy a Senegal». No ha sido mayoritaria, meloso y dormitivo trovador. Y para colmo, los de la opción del sí, los de su opción, están empezando a tirarse los trastos a la cabeza. De tal guisa, aterciopelado y tedioso Lluís Llach, que en un descuido cualquiera, los trastos que vuelan por Barcelona en pos de cabezas imprudentes pueden caer sobre la suya, malgastando la oportunidad de cumplir con su promesa y conocer Senegal, una nación sita en el norte del África atlántica, independiente de Francia desde 1960. Le informo. Su capital es Dakar, se halla entre Mauritania, Malí y Guinea Conakry, y en su territorio costero, incrustadas como dos pequeñas lenguas invasoras, se dibujan en el mapa Gambia y Guinea Bissau. El nivel de vida en Senegal no es muy alto y usted podrá alquilar un barco con bandera panameña y así alcanzar el archipiélago de Cabo Verde, en cuyos bosques viven y se llevan de maravilla aves y monos, y ni los monos quieren independizarse de las aves, ni las aves de los monos.

No son caros los pisos y los chalés de Dakar, la capital, cuyos habitantes superan el millón de personas, de los ocho millones de senegaleses distribuidos por todo el territorio nacional. Por lo general, gentes simpáticas, humildes y necesitadas. Le recomiendo que alquile un piso con vigilancia armada, porque si se establece usted, oh mi apastelado y cansino trovador, en un chalé, cualquier noche pueden entrar en su casa y robarle el reloj con la mano incluida, que allí no se andan con chiquitas.

Le recomiendo que no cante. Mientras viva en Dakar, no componga canciones ni entone melodías. El senegalés no está para chuflas trascendentes. Puede interpretar que está usted despreciando su sensibilidad, y en esa situación, se convierten en gentes peligrosas. Allí, trovador de Pilar Rahola, no le conocen a usted ni por el forro de su occipucio pelado, versión culta para denominar a su calva. Allí, de los cantantes españoles, conocen a Julio Iglesias, a Raphael y a Rocío Jurado, pero a usted no, y lo siento de veras.

Si es aficionado a la caza, puede hacerlo. Muy cara y con pocas especies a elegir. En la estupenda «Guía de la Caza en África» del sevillano Antonio Díaz de los Reyes, se reducen las posibilidades a veinte mamíferos, casi todos antílopes. El Ruano y el Kobo no están mal de precio, pero los interesantes, elefante, león, hipopótamo, búfalo, leopardo y guepardo, le pueden salir a usted por un ojo de la cara, y dada su escasez presencial y su afán de encontrarlos, es probable que reciba usted la visita de alguna avanzadilla de las tropas de Boko Haram, que Nigeria está a dos pasos y allí las fronteras son de sencilla violación. Sería bueno para la humanidad. Le trincan los de Boko Haram, usted los duerme cantando y los capturan. Es arriesgado, trovador, pero la aventura es la aventura. Y si no le gusta la caza, ahí tiene el mar y unos peces enormes y sabrosos.

Senegal le está esperando, trovador de mieles y somníferos. Descansará. En el fondo, aunque usted no quiera reconocerlo, está de Mas, de Junqueras, de Romeva, de García, de la monja coñazo, de Pilar Rahola y de Godó hasta el moño, un moño figurado, trovador, un moño metafórico, más ilusión que realidad. Tienen mérito los senegaleses. Los catalanes independentistas jamás han sido independientes. Y los senegaleses, sin pretender serlo, lo son desde hace 55 años, que tiene miga, trovador, que miga tiene.

Si usted no se va a Senegal será un catalán independentista sin honor y sin palabra. Y sin honor y sin palabra, usted se queda en poquísima cosa. Buen viaje, Llach.