Alfonso Ussía

Alarma en Malibú

La Razón
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Pedro Sánchez ha entregado su acta de diputado. No tenía otra salida. Ha dicho que a partir de ahora va a recorrer España con su coche para hablar con los militantes. La chalupa hundida pretende emerger.

La etapa más brillante de Pedro Sánchez es la de jugador suplente en el «Estudiantes». No tuvo suerte en el gran club del «Ramiro de Maeztu», de quien hoy –cuando escribo–, se cumple el octogésimo aniversario de su fusilamiento en las tapias del cementerio de Aravaca. Para una buena parte de los militantes de Sánchez y de Podemos, Ramiro de Maeztu es un Instituto de enseñanza al que le gustaba el baloncesto y fundó el «Estudiantes». Don Ramiro nada tiene que ver con el baloncesto. Fue una de las mentes y plumas más lúcidas de la Generación del 98, y fue fusilado por las hordas del amanecer republicano «por defender los valores católicos y las tradiciones hispánicas», como bien nos recuerda Julio Merino en su «Retrovisor» de La Razón. Sus últimas palabras, dirigidas al pelotón de fusilamiento de la chusma, son de una altura cristiana, ética y moral insuperable. «Vosotros no sabéis porqué me matáis, pero yo si sé por qué muero. Para que vuestros hijos sean mejores que vosotros». Es posible que Sánchez ignore la categoría intelectual y la capacidad de perdón de quien dio nombre a su Instituto, y se lo recuerdo con anterioridad a que se suba el coche y recorra España para encontrarse con los militantes. Le deseo que tenga más suerte con los militantes que la que tuvo con sus entrenadores.

Pero me llegan noticias de los Estados Unidos, y en concreto de Los Ángeles y Malibú. Cuando Sánchez pierde siempre termina tomando el sol en una playa. Es más que probable que, para descansar de su última comparecencia en el Congreso de los Diputados, y tomar las fuerzas y la serenidad que se precisan para recorrer todas las carreteras de España en pos de los militantes, repita estancia en Los Ángeles de California, antiguo territorio español en el que la militancia brilla por su ausencia, aunque ofrezca en sus muchos kilómetros de costa frente al Pacífico dulces, cálidas y exclusivas playas. Ese moreno modelo Malibú que lució en el Congreso, comenzaba a perder la tonalidad que gusta al empecinado playero. Y la del Pacífico americano es costa que garantiza la turra inmediata. Podría elegir, para este nuevo descanso, la costa mejicana, pero ahí no se andan con chiquitas. Le recomiendo Costa Rica, un Estado civilizado, seguro, y de hondas raíces democráticas que cuenta con islas y playas de muy complicada superación, amén de magníficos hoteles y mejores chiringuitos.

Sánchez confía con desmedida en los militantes. El militante de un partido recela del que pierde el poder. Pocas cosas menos leales y coherentes que la militancia. Esos militantes a los que Sánchez va a visitar en coche, están en un alto porcentaje en Podemos. Y quedará alguno en el PSOE, pero el tiempo es un enemigo implacable. Mientras funciona la máquina de un partido político con la historia y los años que el PSOE presenta, por muchos kilómetros que Sánchez recorra por España, poco fruto va a recoger que no sea el de la educada indiferencia. El ser humano tiende al egoísmo y al olvido, y con mayor crudeza cuando se topa con un perdedor, por corajudo que sea.

«Los compañeros y compañeras», como él dice, «los militantes y las militantas», como sigue diciendo, en muy pocos meses le pueden decir a Sánchez que muy bien, pero que permita al PSOE recuperarse de sus años de gamberrismo, los que van desde la presidencia de Zapatero a la secretaría general de Sánchez. Un coche por las carreteras de España no levanta entusiasmos. Aproveche en el Pacífico el sosiego que la indolencia procura, y oriente su vida a ingresar en Podemos o a formar parte, junto a Iceta y Meritxell, en el PSC que desea unirse a Ada Colau. O a conseguir un trabajo de colaborador en la Guía Repsol.