Alfonso Ussía

Amorcitos

La Razón
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En Podemos se incita al amor. Así cuando el concejal de Economía del Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato, escribe de los que vamos a Misa: «El Jesús de Nazaret de esta gentuza de ‘‘Yo voy a Misa’’, estaría apedreando a mujeres adúlteras y mercadeando en el templo. Asco» Para mí, que soy un receptor del amor de Sánchez Mato, a las mujeres adúlteras las apedrean en Irán, la teocracia que financia a Podemos. Jamás me habían llamado «gentuza» con tanto cariño. No soy un cristiano ejemplar. Voy a Misa los domingos y fiestas de guardar. Otros lo hacen todos los días. Y rezan por sus enemigos y adversarios. No es mi caso. Yo lo hago por los míos y mis amigos. Por Sánchez Mato no he rezado nunca y me temo que no lo haré. No le deseo el mal, y menos aún, un mal grave. Me conformo con que resbale, caiga de cara y se rompa las narices. Este hombre tan cariñoso con los que vamos a Misa es el mismo que saludó emocionado al aniversario de la Revolución bolchevique, que al cabo de los años, dio como resultado cien millones de muertos. «La hermosa Revolución de 1917». Cada día que pasa, hay más gentuza que va a Misa. Y que la sigue por La 2 de Televisión Española, gracias a la cariñosa exigencia de Pablo Iglesias de eliminar la Misa de la parrilla. Un dato. El pasado domingo La 2, con su Misa y su gentuza, superó por ocho puntos la audiencia del canal. La Misa en la 2 obtuvo el 18,20% de seguimiento, e Irene Montero en su «La Sexta Noche» no superó el 7,5% de espectadores. Y eso que Irene Montero, como Sánchez Mato, es también una incitadora al amor, y si no lo creen, pregunten a Pablo Iglesias, que del amor de Irene Montero sabe mucho y lo premia con generosidad. Irene Montero estalla de amor cuando escribe «cualquier rey que pase por la guillotina, es bienvenido». También desea que sean ofrecidos «todos los Borbones a los tiburones». O una cosa u otra, señora del amor. Si yo fuera Rey, elegiría sin duda alguna la guillotina. Es más rápida y precisa. En la guillotina puede palpitar, aunque muy quedo y tímido, el amor de Podemos. En los tiburones, no. El tiburón necesita morder mucho para terminar con la presa, y los Borbón –no Borbones–, son muy altos. Resulta edificante el sentido del amor en Podemos, aunque a todas luces caprichoso y confuso.

Vuelvo a la gentuza. Este último domingo acudí con mi familia a la Misa de Ruiloba, en el barrio de la Iglesia. Familias completas de abuelos, hijos y nietos. No me parecieron gentuza. Comulgaron más de cien personas. Y Ruiloba es un pueblo de ocho barrios que en invierno no supera los mil habitantes. La Iglesia, Ruilobuca, Pando, Concha, Casasola, Liandres, Sierra y Trasierra. En la iglesia de un solo barrio, los bancos llenos y los retrasados de pie. Y se habló de amor, de tolerancia, de perdón, de comprensión hacia los que hieren y de todas esas cosas que enseñan desde niños a la gentuza. Cumplida la Misa y recordado con emoción el párroco anterior, de cuyo fallecimiento se cumplía el primer aniversario, la gentuza abandonó la parroquia y se dispersó por la plaza de la bolera y el Mesón El Ocho. Los niños pedían helados, los padres unos blancos y los abuelos sus aperitivos bajo el sol.

Intenté encontrar esa gentuza que tanto molesta a Sánchez Mato, y a nadie vi que reuniera ni una sóla condición para merecer ser definido así. Bueno, un niño de tres años intentó subir a un árbol y su padre le regañó. Poco para ser gentuza. El niño obedeció al instante y el padre retomó su blanco de La Nava, que es el que se estila por allí.

Pero nada de gentuza. Y se lo quería decir a Sánchez Mato, por si considera oportuno rectificar. Sé que lo ha escrito en un momento difícil, porque de su compromiso con el amor nadie duda. O que tuvo un encontronazo con su abuela, que es de comunión diaria y de oración serena. Pero por una desavenencia con la abuela, no todos los que vamos a Misa merecemos ser definidos como gentuza. Uno y otra, Mato y Montero, los colibríes del amor. Amorcitos.