Cristina López Schlichting
Antidemocracia
Todos los años se repite una cita que pasa casi desapercibida pero trae de cabeza a mucha gente relevante. Para un periodista es desconcertante que se reúnan los primeros ministros de los Países Bajos y Bélgica o los titulares de las carteras de Defensa de Alemania, Hacienda de Gran Bretaña o Finanzas de Holanda y no abran los telediarios con ello. El Club Bilderberg reúne anualmente, desde hace 61 años, a las 140 personas más importantes de los organismos políticos, económicos, industriales y de Estado. No hay comunicados, ni se permite el acceso de periodistas. Del 11 al 14 de junio pasados, en el opulento Hotel Interalpen de Austria, con las mismas medidas de seguridad que poco antes se habían desplegado con motivo de la cumbre del G7, se produjo el encuentro de este año, con al menos tres españoles presentes. Juan Luis Cebrián, presidente de Prisa, que es miembro permanente; Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, y Pedro Sánchez, invitado este año. En años anteriores acudieron al cónclave José Manuel García Margallo, Luis de Guindos, Soraya Sáenz de Santamaría, José Luis Rodríguez Zapatero o Esperanza Aguirre, todos ellos autorizados a exponer sus puntos de vista en unos minutos y dejar después las reuniones, con el compromiso de no revelar los detalles. Como partidaria de la libertad de información y la transparencia de los gobiernos, estas deliberaciones en la sombra me disgustan. Bilderberg no es asunto menor, prueba de ello es el desagrado que cundió en el actual Gobierno español cuando se confirmó que a la cita de este año acudiría el secretario general del PSOE y no Mariano Rajoy. Como el secretismo que envuelve los encuentros ha dado lugar a toda una literatura paralela sobre el misterioso club –que documenta, por ejemplo, que los presidentes norteamericanos acuden rigurosamente al foro antes de ingresar en la Casa Blanca– se ha llegado a escribir que el Bilderberg de este año anticipaba un cambio de Ejecutivo en España, impulsado internacionalmente. Hubo también malestar en Moncloa porque, en plena deliberación sobre el futuro de la presidencia del Eurogrupo, Luis de Guindos no estaba convocado y, por el contrario, la delegación holandesa muy llamativa. No sólo acudía el rival, Jeroen Dijsselbloem, sino también el primer ministro, Mark Rutte; el gobernador del Banco de los Países Bajos, Klaas Knot, y el presidente de la petrolera Royal Dutch Shell. Reconozco que me escandaliza la posibilidad de que un foro de poder privado esté determinando en lo más mínimo los destinos de las democracias. Que un club de amigos influya en aspectos sensibles de la libertad de los pueblos.
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