César Lumbreras
¡Ay, May!
El acuerdo de principio, o el principio de acuerdo, alcanzado ayer entre el Gobierno británico y la Comisión Europea sobre el Brexit reúne todos los ingredientes clásicos del funcionamiento comunitario, que se pueden resumir en tres. A saber. El primero, que se alcanzó con nocturnidad al final de la madrugada, con el clarear del nuevo día y después de varias jornadas de negociación permanente. Se podrían contar con los dedos de una mano, y todavía sobrarían algunos, las decisiones importantes que se ha adoptado en la actual UE y en las anteriores CEE y CE, que se lograron a horas normales, sin hacerlo contra reloj y sin presión. El segundo, que, aunque haya vencedores y vencidos, se presenta como una botella por la mitad: unos la ven medio llena y otros medio vacía. El tercero, y último, que el acuerdo está cogido con alfileres y, en algunos puntos, se ha jugado retorciendo las palabras para evitar términos que fuesen línea roja para las partes. De un análisis un tanto apresurado de lo que ha trascendido del acuerdo, parece claro que Bruselas ha salido ganando y May ha perdido, aunque esta afirmación supondría simplificar mucho las cosas, porque los dos contendientes pueden presentar tantos a su favor. Por ejemplo, la «premier» británica puede presumir de que el Brexit continúa adelante y no tiene vuelta de hoja, para satisfacción de los partidarios de la salida del Reino Unido de la UE y gran enfado de las generaciones más jóvenes, más europeístas. Mientras tanto, los de Bruselas se han salido con la suya en el asunto económico, ya que los británicos tendrán que cumplir con los compromisos adquiridos en el actual Marco Financiero durante los años 2019 y 20, aunque abandonen el club comunitario antes. Y, después, también asumen una serie de obligaciones a más largo plazo. Luego está lo de Irlanda y el Mercado Único. Si los Veintisiete dan el visto bueno a este pacto, se podrá entrar en el capítulo comercial, que también se las traerá. Eso, suponiendo que May no tenga una revuelta interna, algo que no se puede descartar. ¡Ay, May!
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