Historia

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Bandoleros

La Razón
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Barcelona es la única ciudad visitada por Quijote y Sancho y es también el lugar más alejado de la aventura desde su partida de algún lugar de la Mancha. Los estudiosos consideran su estancia en Cataluña como un factor fundamental del relato cervantino, pues representa el triunfo definitivo de la realidad, el inicio de la aventura auténtica. Cervantes quiso que el viejo Quijote se hiciera amigo del bandolero catalán Roque Guinart, otro quijote hispano, que dejó su vida pendenciera para servir al Rey de España como capitán de un tercio. Guinart fue el nombre ficticio del bandolero Perot Rocaguinarda. Nacido en 1582 en la villa de Oristà, cerca de Vic, y fallecido en Nápoles como capitán de los tercios españoles. Pendenciero, aguerrido y valiente, en 1602 atacó y tomó el palacio episcopal empezando una vida, mitad aventurera y mitad criminal. Malhechor entre el Montseny y las Guilleries, perteneció a la facción de Carles Vilademany, conocidos como los «Nyerros», en una lucha a muerte contra los «Cadells», durante una de las periódicas guerras civiles que se libraban en Catalunya. Famoso por su violencia y certeza en el uso de las armas, sus enemigos lo conocían con el mal nombre de «Perot Lo Lladre». En 1611 decidió acogerse al perdón real y se alistó en los fieros tercios hispanos, alcanzando fama de valiente y temible oficial.

Cataluña fue tierra levantisca en los siglos XVI y XVII, sus gentes rurales feroces defensores de sus tradiciones y de su fe, patria de revueltas e insurgencias e infestada de bandoleros, como describió Miguel de Cervantes, ante la ausencia de un estado fuerte. En 1588 el noble Lluis de Queralt reclutó un tercio de bandoleros catalanes que se distinguió en Flandes con el nombre del «Tercio Negro de los valones de España», bautizados por los neerlandeses locales como los españoles que hablaban una lengua extraña a la usada por la mayoría de soldados. El tercio de Queralt llegó a los Países Bajos desde Milán, el 7 de diciembre de 1587, y contaba con 1.900 hombres en 17 compañías. «Mandó levantar un tercio y se arbolaron banderas para él en Barcelona y toda Cataluña, y debajo dellas, además de la gente de la calidad, se alistó mucha principal y soldados muy valerosos, en breve tiempo se formó un tercio, y habiendo marchado por toda Italia llegaron a Flandes». El resto de españoles que convivían en Flandes con los voluntarios catalanes llamaron a este tercio el del «Papagayo», porque la mayoría de ellos desconocía la lengua castellana y cuándo la usaban se expresaban de forma ininteligible para sus compatriotas. Estuvieron en Dunkerque prestos para la invasión de Inglaterra junto a otros cuatro tercios de españoles y el regimiento de irlandeses del coronel Stanley. Debido al fracaso de la Armada invencible, el tercio catalán fue redistribuido por las distintas zonas de Flandes, combatiendo en el sitio de Bergen y repartidos entre las compañías de veteranos, donde les sería más fácil aprender al lado de los soldados viejos e integrados en los tres tercios viejos: el de Sicilia, el de Lombardía y el de Bobadilla. Hoy en pleno siglo XXI unos catalanes levantiscos quieren subvertir la legalidad. La falta de un proyecto común y un inexistente relato ilusionante nos conduce hacia sendas peligrosas, infestadas de nuevos bandoleros.