Ely del Valle
Borrón y cuenta nueva
Dice Pedro Sánchez que el PSOE no es sólo de sus militantes, pero las listas sí parecen ser sólo cosa suya, como lo fue la decisión de fulminar a Tomás Gómez o de rebajarle los galones a Antonio Miguel Carmona antes de dejar el PSM convertido en lo que es hoy: un blandiblú sin apenas peso en su cremallera electoral quién sabe si como venganza por aquel lejano 2003 cuando la federación madrileña, haciendo caso omiso de las instrucciones que llegaban desde Ferraz, le colocó en el número 23 de la lista municipal que encabezaba Trinidad Jiménez dejándole sin el escaño que después consiguió de rebote.
No es sólo la incorporación de Lozano o de Cantera lo que tiene a los suyos con un mosqueo importante, ni ese afán por considerar un mérito la independencia por encima de la fidelidad pagada mensualmente en metálico por los afiliados, ni su falta de tacto por someter a votación unas listas previamente elaboradas en vez de hacerlo a priori, que hubiera sido lo natural en un partido que siempre ha hecho bandera de las primarias.
Lo que de verdad provoca sarpullidos entre muchos socialistas es que Sánchez se haya dejado abducir por el mantra de la regeneración, que es algo que los partidos emergentes, a falta de un historial que les respalde, han sabido vender como un plus absolutamente necesario, y que además haya decidido interpretar esa regeneración como la exaltación de lo ajeno en detrimento de lo propio olvidándose de que también en política la experiencia es un grado, como muy bien debería saber el propio Sánchez, al que ahora parece que se le ha olvidado que lleva militando en ese mismo PSOE que ahora ha optado por regenerar a golpe de ordeno y mando la friolera de veintiuno de sus cuarenta y tres años de vida.
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