Nacionalismo

Carpeta blava

La Razón
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Josep Tarradellas fue el presidente de la Generalidad de Cataluña en el exilio francés, donde consiguió mantener la legalidad democrática, desde 1954 hasta que el 27 de junio de 1977 aterrizó en Madrid en el jet del empresario vasco Luis Olarra. En el palacio de La Moncloa mantuvo una tensa entrevista con Suárez, que resultó un fiasco, pero Tarradellas aseguró ante los periodistas que había sido un éxito. El 23 de octubre, pronunció un memorable discurso desde el balcón del Palacio de la Generalitat con su famoso: «Ja sóc aquí!», sustituyendo la palabra Cataluña por España y donde había escrito en catalán: «Para que sea un ejemplo para todos los pueblos de Cataluña» acabó diciendo «Para que sea un ejemplo para todos los pueblos de España». El regreso de Tarradellas afianzó la credibilidad de la Monarquía en el cambio democrático y legitimó la transición al reinstaurar una institución derrotada en la Guerra Civil en el marco jurídico dominado por las leyes del franquismo.

Hoy la memoria del que fuera presidente catalán está mancillada por los insultos del separatismo que encarna el Gobierno de Puigdemont. El impulso dado a una falsa «recuperación de la memoria histórica», que se circunscribe a la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo; obviando la inmensa responsabilidad de ERC en la guerra fratricida, una memoria que desconoce la feroz represión de las izquierdas y los anarcosindicalistas durante la República, que niega la existencia de las checas y acalla la violencia contra los católicos por el mero hecho de serlo. La asociación Centro Libre Arte y Cultura (CLAC), entidad que pretende visibilizar la pluralidad de la cultura catalana, ha organizado una exposición en la sede del Archivo de la Corona de Aragón de Barcelona sobre los documentos y fotografías de Josep Tarradellas, calificado por los coetáneos como un «hombre de Estado» que consiguió, al regresar de su largo exilio, integrar a todos los catalanes sin revanchas ni venganzas. Hombre meticuloso y ordenado, recopiló papeles y escribió miles de notas personales, con exhaustivas descripciones sobre los hechos vividos durante la Guerra Civil, sus reuniones y sobre los acuerdos de gobierno aprobados. El archivo «Montserrat Tarradellas i Macià», constituido por el fondo documental del ex president, está depositado en el monasterio de Poblet desde 1981 y dispone de 160.000 documentos; 10.345 libros; 1.738 folletos; 215 publicaciones y 34.000 fotografías.

En Cataluña el relato histórico se ciñe al discurso políticamente correcto de alabanza a una supuesta República humanista, cuyas reformas se vieron frustradas por obispos y terratenientes, que en 1934 hubo una legítima revolución que lideró Companys y la libertad y la alegría la trajeron la victoria del Frente Popular que sucumbió ante la infame sublevación fascista de julio del 36. Pero Tarradellas lo guardaba todo. Parece que entre los documentos existe una carpeta muy especial, la carpeta blava (azul en catalán), con una colección de 700 documentos que hacen referencia al periodo revolucionario: desde el 19 de julio de 1936 hasta después de los «Fets de Maig de 1937», y que explica las responsabilidades políticas de muchos gerifaltes de ERC en crímenes y asesinatos. El propio Tarradellas, en vista de las consecuencias que podía tener, decidió que la documentación no fuera accesible hasta quince años después de su muerte. Si aparece la carpeta blava, tal vez empecemos a recuperar la memoria histórica de verdad.