Alfonso Ussía
Como carros de uvas
Ahora se entiende la precisión de Junqueras al adelantar en veinticuatro horas el resultado de la farsa. Los bidés chinos que han servido como urnas han llegado a los presumibles colegios electorales llenos de papeletas. «In vídeos véritas». Como carros de uvas.
En plena vendimia nos hallamos. Al menos en La Rioja, y los márgenes del Duero. Por los caminos que acompañan a las grandes autopistas se cruzan los carros de las uvas. Primero las blancas, las albarizas, que las rojas aún deben esperar unos días. Los tractores van y vienen llevando rebosados sus remolques de racimos de uvas. Los bidés de Puigdemont llegan a los colegios generosamente vendimiados. Centenares de miles de papeletas, sin votante, sin sobre, sin registro, sin colegio, y sin documentación previa llenan los bidés separatistas. Buena cosecha.
Trampa hasta en el dolor. Los Mozos de Escuadra han obedecido a su Mayor Trapero. Ellos no han vendimiado. Han permanecido de brazos cruzados todo el día, mientras la Guardia Civil y la Policía Nacional se enfrentaban a la masa. Un padre con un niño sobre sus hombros, exponiendo al niño y usándolo como escudo. Una anciana con el rostro pintado de rojo, simulando sangre. Un creador de odio colgando en las redes sociales la imagen de un joven herido –precisamente por los Mozos de Escuadra–, durante una manifestación en Tarragona cinco años atrás, el 14 de noviembre de 2012. Piedras contra la Guardia Civil. Claro que ha habido palos, eso se sabía. Cuando se convoca un acto ilegal y golpista diseñado y preparado con mucho tiempo gracias a la dejación de funciones del Gobierno de España, hay palos. Y heridos de verdad, no como los de las fotografías colgadas. Cuando escribo, a Dios gracias, no se ha producido ningún hecho irremediable. No obstante Pablo Iglesias, que calló ante el mundo y no condenó los 170 asesinatos de Maduro, está muy enfadado. Por lógica, aunque muy tarde, si el Gobierno envía a las Fuerzas de Seguridad del Estado
para impedir la consumacion de un delito, su deber es impedirlo.
Y siguen llegando a los colegios electorales los bidés opacos de Puigdemont repletos de papeletas. Como carros de uvas. Una de las uvas la ha enviado por correo Pep Guardiola. «He votado por correo», ha dicho. No se sabe a qué dirección ni quien ha sido el destinatario, pero ha votado por correo. Lo malo es que una farsa tan burda genere tanta tensión y tanto odio. Ya está hecho el recuento. Ha votado el 60% de los ciudadanos de Cataluña, y de ellos, el 82% ha introducido por la ranura del bidé opaco la papeleta del «Sí». No hay vuelta de hoja. Lo anunció Junqueras anteayer.
Democracia, esa es la palabra. Las urnas –más transparentes–, también las usan los tiranos. Se oye mucho la palabra «democracia», pero no «la ley». La ley se la han saltado sin rozar la alambrada de la cerca. No saben lo que és la democracia, cuyo principal cimiento no es otro que el deber ciudadano de respetar y cumplir las leyes. Esta Constitución que nos rige y obliga, fue aprobada en 1978 por el 91% de los españoles, que se convirtieron en sujetos constituyentes, tenedores de la soberanía de España. En Madrid, por un 89% de los votantes; en Cataluña, por el 93,5%. Curiosas cifras.
Hace cinco años el Gobierno de España tendría que haber iniciado sus movimientos para impedir de manera cautelosa lo que hoy está sucediendo en Cataluña. Hace cinco años ya habían desobedecido al Tribunal Constitucional y al Tribunal Supremo el Gobierno de la Generalidad y el Parlamento de Cataluña. De cinco años hasta hoy, un rosario de sediciones, golpes, chulerías, groserías con sus propias leyes y corrupción profunda. Y el Gobierno de España con los problemas en el cajón del despacho de Rajoy. No. Esto lo ha montado el separatismo con mucho tiempo de preparación sin riesgo, y lo ha aceptado el Gobierno con una dejación de funciones claramente delictiva. Escudado en las togas y en la honestidad de sus guardias civiles y policías, ha reaccionado el último día. Los golpistas a la cárcel, y Rajoy, Soraya la del despacho y quien quiera acompañarlos, a sus casas.
Son las 18 horas, y siguen llegando los bidés a los colegios y puntos de votación rebosados de papeletas, como carros de uva.
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