Alfonso Ussía

Compadreo

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Confieso que me inquietan las reuniones secretas. La de Rajoy y Mas me ha desconcertado especialmente. Mas necesita dinero para pagar sus deudas pero sigue derrochándolo en paparruchas independentistas. Y Mas no se ha apeado del burro catalán, e insiste en mantener su consulta soberanista. En esta situación, ¿qué hace Rajoy recibiéndolo en La Moncloa a espaldas de la ciudadanía? A mí, personalmente, Mas no me cae mal, por cuanto lo considero bastante torpe. Me emociona la torpeza permanente. No revelaré su identidad ni bajo tortura, pero un coetáneo y viejo amigo de quien escribe, hoy muy popular, fue en su juventud el más torpe del mundo tratando a las mujeres. Enamoradizo obsesivo, jamás sometido a la claudicación, en una famosa puesta de ancho –la que se ponía de largo era bastante gorda–, celebrada en Madrid en los años ochenta, fue rechazado por más de veinte féminas atractivas. Terminó bailando con su madre, una dama de acrisoladas virtudes, como se escribía en las necrológicas de ABC cuando fallecía una marquesa.

La torpeza de Mas no es excusa para ser recibido en La Moncloa. Y hay también torpeza por parte de Rajoy, que cree en la invulnerabilidad del secreto. Muchos catalanes y el casi resto de los españoles estamos un tanto mosqueados con los tostones separatistas de Mas y de su socio, Oriol Junqueras, que es el que manda en Cataluña. No vale decir «que se puede llegar a un acuerdo en lo económico a cambio de retrasar la consulta». ¿Qué es eso de «retrasar» la consulta? Si es ilegal hoy, lo será igualmente «retrasada». Y por muy pesado que me ponga, alguien coincidirá conmigo en que una autonomía gravemente endeudada, no puede recibir millones de euros si no se compromete a invertirlos en lo que Cataluña precisa para su supervivencia, y no para su independencia. Además, que se cae en el más lastimoso agravio comparativo con otras autonomías en situación similar de quiebra técnica.

¿Acaso no merecen una reunión secreta otros presidentes territoriales? Reuniones públicas, semisecretas y las celebradas bajo los faldones de una mesa camilla, que según parece ha sido el escenario de la última. Nada puede ser secreto ya en este mundo. Hasta la hermética Corona británica abre las ventanas para que vuelen las noticias. Y si no las abre la Corona, lo hace Miss Tupperwilde, la limpiadora jefa de cristales de Buckingham, que es muy dada a irse de la húmeda. Se comprobó cuando el perro de Ana de Inglaterra mordió de una tacada a la Reina, a Felipe de Edimburgo, al Ayudante militar y al mayordomo Gerson, que fue el único que se atrevió a darle una patada. La Real Familia calló, pero Miss Tupperwilde lo contó todo, y lo que es peor, con detalles.

Un Presidente del Gobierno de España no puede reunirse en secreto con un presidente autonómico que sólo desea separarse de España. La reunión es admisible, pero con luz y taquígrafos. Y si es posible, con preguntas de los periodistas, que tienen el derecho a hacerlo y el deber de informar a los ciudadanos. No porque sea un torpe el visitante la reunión carece de importancia. Es más, precisamente por la torpeza del desplazado la reunión guarda un enorme interés, privado a la opinión pública.

De un tiempo a esta parte, el Gobierno del PP ha decidido tomarnos a todos por el pito del sereno. España sufre y en su mayor parte, es una nación de gentes educadas. Pero no tontas. He votado en las últimas elecciones al PP, y ante la amenaza del PSOE, es probable que reincida en mi equivocación. Pero solicito un mínimo de respeto de los gobernantes a los gobernados.

Imprudencia de celosía. Rajoy y Mas como la abadesa que recibe a la novicia díscola mientras el resto de la comunidad duerme. Se entera otra novicia, se lo dice a una tercera, y al final todas coinciden: «Algo traman».

La llamada «consulta» no puede ser moneda de cambio a favor o en contra de nada. Ni la ayuda suplementaria a Cataluña, una excepción. A todas o a ninguna. Más aún, cuando en Cataluña se derrochan los recursos en beneficio de auténticas gamberradas.

Al final, todo se sabe. El cauteloso ha recibido al torpe. Y a la vista del silencio oficial, el torpe ha vuelto a engañar al cauteloso. Gracias al engaño, el torpe no va a bailar con su madre, que es España, sino con Pilar Rahola. Me estoy haciendo un lío y a Dios gracias, he cubierto el espacio y tengo que terminar. La película se titula «El Torpe que engañaba a un Gallego».