Alfonso Ussía

Don Tancredo

La Razón
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«El que se salte la ley en Cataluña, lo pasará mal». Advertencia de Rajoy. Llevan saltándose la ley y las leyes en Cataluña durante años y se lo están pasando divinamente. Es más, creo que no han dejado ni una ley sin saltársela una y otra vez. Mas reúne a sus consejeros, directores generales, asesores directos, asesores indirectos y a Pilar Rahola y les anuncia: «Hoy nos saltaremos diecisiete leyes». El más prudente de los presentes se lo recuerda al presidente en funciones de la Generalidad: «Pues lo vamos a pasar mal, según Rajoy». «Nada, nada, nos vamos a divertir como enanos, porque somos los más chulos y don Tancredo no va a mover ni una ceja».

La chulería fascista del separatismo catalán se ha contagiado a quienes, hace pocos años, eran ciudadanos normales y sosegados. Y yo me pregunto qué medidas va a adoptar don Tancredo para que estos chulos de barrio advenedizos no se salgan con la suya. Ya han anunciado que en nada les afectará para culminar su proyecto el resultado de las elecciones. Don Tancredo cuenta con inmejorables apoyos legales para zanjar la provocación constante, pero prefiere mantenerse quieto y expectante. Al chulo sólo le gana otro más chulo. Con Adolfo Suárez, que a su vez, cometió graves errores de dejación extrema con Cataluña, la actual situación no se hubiera producido. Era más chulo que un ocho cuando Mas es un chulo que no alcanza el cinco. La Constitución contempla muchas posibilidades de defensa y respeto a los sujetos constituyentes, que somos todos los españoles. Se han pasado siete pueblos y aún no le han llegado a Rajoy noticias al respecto. «Hombre, hombre, vamos, vamos, ya están advertidos. Lo van a pasar mal». Y sonoras carcajadas provenientes del nordeste.

No se entiende que el presidente de un Gobierno que ha salvado, gracias a la contribución y la desdicha de los contribuyentes de la clase media y trabajadora, la situación económica de España no escape del último lugar en la valoración de los ciudadanos. Don Tancredo aún cree que los españoles estamos felices por la recuperación de la macroeconomía a costa de la economía de millones de hogares asaltados. Aceptamos la presión policíaca de Montoro, entre otros motivos, porque carecemos de defensa. Pero no somos una sociedad feliz. Gracias a esas medidas que tanto valoran en Europa y que los españoles de bien celebramos con el gesto de la angustia, han nacido en España unas corrientes populistas y resentidas a las que el Gobierno, gracias al adivino Arriola, no concedió la menor importancia. En Cataluña, y retorno al principio, llevan saltándose todas las leyes con la humillación añadida del pitorreo, y la reacción del Gobierno asombra a los ciudadanos. No la reacción, sino la falta de reacción. Esa paralización también entra en la valoración de los políticos, cuyo farolillo rojo –utilizando una figura ciclista–, lo lleva Rajoy con peculiar dejadez. En la estupenda y muy pedante biografía del duque de Osuna de Antonio Marichalar, fluye una descripción del duque que no me resisto a adaptársela a Rajoy: «Las venas, con poca sangre/ los ojos, con mucha noche». Lo peligroso es que la definición del duque puede ser perfecta y justamente aplicable a toda la sociedad española. España es hoy una nación sin venas en la sangre y con los ojos invadidos de profundas noches. Nadie en el Gobierno, con la familiaridad que toda relación continuada establece, le ha dicho a Rajoy: «Presidente, ¿y cuándo cojones piensas reaccionar?». «Cuando se salten la ley, lo van a pasar mal». Y ahogos de risa provenientes del nordeste.

Estamos al borde del abismo. España se deshace mientras nadie hace.

No se trata de la vieja argucia nacionalista de exigir lo inexigible en pos de beneficios económicos. Aquí se está planteando, desde la más sublime chulería y cachondeo legal, la escisión unilateral de una parte de España que lleva siendo España más de seiscientos años. Una parte de España habitada por españoles que no quieren dejar de serlo y a los que estamos arrinconando con una indecencia y frivolidad pasmosas. Nadie se atreve a hablar de la alta traición. Esa parte de España está siendo gobernada por traidores consumados, y el resto asiste con las venas vacías de sangre y los ojos repletos de noche, a los preparativos para culminar la última, la más definitiva de las traiciones. Romper España. Y dice don Tancredo.

«El que se salte la ley en Cataluña, lo pasará mal».