Alfonso Merlos

El asalto

La Razón
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Rajoy tiene razón. Es un drama anunciado. Y tiene todo el sentido que pida fuerzas para prevenirlo porque las consecuencias del escenario que se anticipa significarían una tragedia en términos democráticos. ¿Recuerdan cuando el exaltado actor Federico Luppi reclamaba la expulsión de la vida pública de una derecha miserable, cerril y casi gótica (sic)? ¿Hemos olvidado al poeta ramplón García Montero proclamando que el Partido Popular no estaba al nivel del resto de fuerzas políticas sino con HB?

Estamos exactamente en eso. La revisión del cordón sanitario. En primera instancia, porque es la única tabla de salvación de Sánchez para ocupar La Moncloa. En segunda, porque el líder socialista está demostrando ser –en numerosas de sus estrategias y tácticas– un Zapatero-bis. En tercera, porque el PSOE se ha encontrado con un aliado en teoría inesperado: Podemos.

En efecto. Empieza a acreditarse, con deslices declarativos y pruebas indubitadas de diversos dirigentes de la izquierda, que los neocomunistas no venían a asaltar el cielo sino al PP; y precisamente esa penosa tarea –que tiene detrás la instauración de un pensamiento único, oficialista, zocato– sólo puede hacerse en alianza con el PSOE. Están condenados a entenderse porque precisamente de eso depende su gloria propia, aunque muy probablemente la inauguración de un tiempo de penurias y frustración para los ciudadanos.

Pero algo más une a Pedro y Pablo. Su dependencia de la mentira. El primero nos engañó cuando ante la mirada entera de España prometió que nunca se asociaría con los populistas. El segundo lo hizo cuando cacareó sin cesar que todos los que venían de la Transición eran casta detestable. Ojalá Rajoy hubiese lanzado un simple mensaje partidista. Pero no. Está llamando a la responsabilidad antes de que sea tarde y lleguen lamentos nostálgicos e inútiles.