Martín Prieto

El Balneario suple a La Meca

La Razón
La RazónLa Razón

En 1993 una imagen del surafricano Kevin Carter conmocionó al mundo: durante una hambruna en Sudán un buitre acechaba a un abandonado negrito acuclillado y sollozante. Escena horripilante que mereció el Pulitzer despertando conciencias adormiladas. Un montaje: Carter esperó a sacar de su objetivo a los voluntarios de Naciones Unidas, acercó ópticamente al buitre que estaba a 20 metros, no captó el bullicio del campamento internacional al que acababa de llegar un avión con alimentos, el niñito fruncía la cara dificultado para defecar, llevaba la pulsera de la FAO y murió 14 años después, de malaria. Un trampantojo. El vídeo del crío sirio-kurdo ahogado en una playa turca no ha sido formateado y ha extraído a Occidente de su sopor ante la migración desesperada que cruza el Mediterráneo, pero no deja de sustituir resonantes inhibiciones musulmanas constituyendo otra falsificación sentimental de un drama cierto como la hambruna sudanesa. La izquierda europea se alborozó ante la primavera árabe y ahora se avergüenza ante las rutas migratorias por el Estrecho, Lampedusa, Lesbos o la costa turca, cuando la ruta de escape no debería estar al norte sino al sudoeste. Pero Turquía no ha digerido el genocidio kurdo, Jordania y los militares egipcios no quieren saber ni de los refugiados palestinos, el acceso a los Emiratos es rigorista, y Arabia Saudí sólo atiende el peregrinaje a La Meca de 13 millones de musulmanes al año, mientras oscila entre guardián de su fé y protectorado militar estadounidense. En «La montaña mágica» Thomas Mann retrataba, precisamente en Davos, el Balneario de ricos y ociosos europeos ajenos a la germinación de la Gran Guerra. Desde hace años musulmanes mediterráneos arriesgan más por acceder al despreciado Balneario que por cumplir su obligación vital con La Meca, mientras sus hermanos coránicos y prósperos miran a otro lado sin aportar un petrodólar. Otra vez el buitre del Pulitzer nos toca el corazón despertando la mala conciencia del Balneario, pero vuelve a quedarse sin comer.