Restringido

El paragüero y el degollador

La Razón
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Ahora llega la resaca. El famoso debate quedó en bronca. El moderador Campo Vidal se ganó el título de «paragüero» porque no moderó nada. Lo más útil que hizo fue esperar a los candidatos con el paraguas y hacerse las fotos de rigor. Después, nada. Sobraba la actitud reverencial y antigua. El guirigay sustituyó al diálogo. Pedro Sánchez, el candidato socialista, conocido ya por «El derogador» –si llegara a gobernar, lo derogaría todo: reforma laboral, reforma educativa, todo...– jugó sucio desde el primer momento sin que el moderador le moderara. No fue un calentón. Llegó dispuesto a revolcarse en el barro y a dar patadas en la espinilla del presidente. Lo peor de su intervención no fueron el rosario de insultos –«mentiroso», «indecente»...–, ni su martilleo agresivo, ni su sonrisa de perdonavidas moviendo la cabeza, sino las constantes interrupciones, sin que el moderador paragüero le parara los pies. Ahí demostró Sánchez poca educación, que es lo mínimo que hay que exigir a un representante público y a cualquier ciudadano. Y poca categoría, como consiguió decirle Rajoy. Me parece que tras su penosa actuación quedó ya descartado como aspirante a gobernar nunca. Fue una salida a la desesperada, su último intento, ante el previsible desastre que le espera el domingo y su consiguiente relevo al frente del PSOE. Si hay algo que los españoles no toleran es el insulto y la falta de educación, que tanta diversión producen en las redes sociales, símbolo de lo nuevo. «Vienen los bárbaros –escribe Félix de Azúa– por las cloacas de Internet». No le falta razón. Los que más se divirtieron con el espectáculo fueron Albert Rivera y Pablo Iglesias. La áspera confrontación Sánchez-Rajoy pudo ser la puntilla al bipartidismo. En la noche del lunes perdió seguramente la última oportunidad de mantener su vigencia. Fue, en resumidas cuentas, un fracaso de debate, que, a pesar de todo, no alterará mucho la intención de voto. Mariano Rajoy fue acorralado con malas artes. Eso le salvó. La gente de la calle lo vio como víctima indefensa de un atropello. Personalmente, llevo muchos años observando de cerca la política y nunca había sentido tanta vergüenza.