Martín Prieto

El parto de los montes

La Razón
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En los primeros años cuarenta, el madrileño diario «Informaciones» estaba financiado por la Embajada alemana y era tan pronazi que no dio la noticia de la rendición del III Reich. Tras la gigantesca batalla de carros de Kurks (que acabó en tablas), la Wehrmacht no hizo otra cosa que retirarse hasta Berlín perseguida por el inmisericorde Ejército Rojo, y aquel vespertino titulaba una y otra vez «Gloriosos avances elásticos sobre la retaguardia del Ejército alemán». Con las palabas se puede hacer todo, incluso vaciarlas de contenido, y en este interregno político la semántica ha sido abducida por la televisión y lo que importa es la utilería, el escenario, el maquillaje, y los focos sobre el gesto impostado. El célebre pacto de irás y no volverás entre el PSOE y Ciudadanos es un cajón de sastre del que se han ido extrayendo retales multicolores de diferentes tejidos para confeccionar el traje de Carpanta, que tenía tanta hambre como Pedro Sánchez. Es tal la inanidad del documento que de él la ciudadanía sólo se ha quedado con la monserga con freno y marcha atrás de las manoseadas diputaciones provinciales. Pero el vacío se rellena con engañosas apariencias como la firma en la Sala Constitucional del Congreso, al pie de los retratos de los padres de la del 78, con la solemnidad infantil de Sánchez y Rivera como si estuvieran signando la rendición alemana que aquel periódico no dio. Se olvidaron de intercambiarse las plumas como recuerdo histórico. Luego uno tenía el imposible de arrastrar al PP al teatrillo y otro el contradiós de timar a Pablo Iglesias. Igual que en la noche del 20 de diciembre Sánchez celebró su derrota electoral y su descalabro partidario proclamándose líder invicto la consulta a las bases del pacto que nunca existió se presenta como un avance histórico de la democracia, cuando la mitad de los afiliados se ha quedado en casa ante una pregunta calificada por un barón de insulto a la inteligencia y que, por lo demás, solo tiene carácter consultivo. Pero todos esos mejunjes, vistos por televisión, parecen la Atenas de Pericles. Ni Sánchez ni Rivera son lerdos, entonces ¿a qué esta representación si saben que no tiene recorrido? Sólo cabe suponer que Sánchez pretende afianzar su liderazgo multiplicándose por sí mismo y que ambos están escenificando con avances elásticos sobre sus retaguardias la próxima campaña electoral. Entretenimiento a costa de los españoles. El parto de los montes que parieron un ratoncito.