Felipe VI

El Rey que supo esperar

La Razón
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Las conversaciones entre Javier Fernández y Mariano Rajoy tuvieron un único objetivo: poner en marcha la maquinaria. Y lo primero fue que el Rey señalara fechas al calendario para una nueva ronda de consultas. Aparentemente –y así titularon muchos diarios y medios de comunicación– Don Felipe había tomado la iniciativa para poner fin al bloqueo político y señalado los días 24 y 25 de octubre para convocar en el Palacio de la Zarzuela a los portavoces de los partidos con representación parlamentaria. Pero la llamada al monarca, obviamente, había sido del propio Rajoy. A nadie se le pasa por la cabeza que Felipe VI pusiera en marcha una nueva ronda sin hablar antes con el candidato. Rajoy habló con Fernández y, sólo después de hacerlo, llamó al Rey para que se pusiera en marcha.

Pero el calendario está endemoniado. El día 31 de octubre es el plazo final para que haya presidente del Gobierno o para que se convoquen unas nuevas elecciones. Pero, al señalar Felipe VI la ronda para el 24 y el 25 también estaba señalando al PSOE la fecha tope para el Comité Federal que decidirá al abstención de todos o de una parte de los diputados socialistas. Alguien podría decir que el Rey mete presión pero –insisto– las fechas de la consulta no se hubieran anunciado si Fernández no hubiera comunicado a Rajoy una decisión distinta sobre la investidura. Presión quizá, pero no presión de Zarzuela, sino más bien para el Rey. Me explico.

Cuando el Monarca inicie sus consultas, faltarán únicamente siete días para que Rajoy pueda jurar como presidente. Los días previos también tendrán presión: el 15 de octubre hay primarias en el PSC y los dos candidatos que se presentan son partidarios de mantener el «no» a Rajoy. Sus siete escaños en el Congreso de los Diputados podrían no moverse de esa decisión, sobre todo por la cercanía a sus primarias, pero tampoco impedirán que la presidenta de la Cámara Baja, Ana Pastor, entregue el 20 de octubre a Felipe VI «la relación de representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria». Y en el PSOE –después de la dimisión de Pedro Sánchez– será el presidente de su gestora, Javier Fernández, el que acuda al Palacio de La Zarzuela para comunicar a Don Felipe la decisión que el partido haya tomado unos días antes, posiblemente el domingo 23 de octubre. De nuevo Felipe VI.

Conocida la opinión de los portavoces, el Rey transmitirá a la presidenta del Congreso su decisión y ésta convocará el Pleno con una anticipación que no tiene por qué llegar a las 48 horas, sino que puede hacerse con más urgencia, con lo que el debate podría comenzar el miércoles 26 o el jueves 27. La primera votación, en la que necesita mayoría absoluta, se produciría el jueves 27 o el viernes 28, y la segunda el sábado 29 o el domingo 30, siempre dentro de los plazos legales.

Este apretado calendario no impediría a Felipe VI viajar a la Cumbre Iberoamericana de Cartagena de Indias, en Colombia, prevista para los días 28 y 29 de este mismo mes. La Zarzuela ya ha confirmado la presencia del Rey que, previsiblemente, estaría de vuelta el domingo 30 para recibir de Ana Pastor el resultado de la votación que permitiría la jura de Rajoy el lunes 31. O el día 29 si adelanta su regreso de la Cumbre.

Endiablado. Apretado. Todos los calificativos son pocos para definir la agenda de Zarzuela. El Rey empezó ayer su «tour de force» particular con las celebraciones de la Fiesta Nacional. A pesar de la lluvia, que acompañó toda la jornada festiva, el desfile y la recepción en el Palacio Real, permitió, al amparo de la Corona, unos contactos y conversaciones que no han pasado ni mucho menos inadvertidos.

Y es que, cuando tengamos presidente del Gobierno y hayamos digerido estos largos meses de Ejecutivo en funciones, será interesante repasar el papel que Felipe VI ha tenido en todo este tiempo: desde sus contactos internacionales –Obama y otros líderes en Naciones Unidas–; las conversaciones con los líderes políticos; la tranquilidad que ha transmitido a empresarios e inversores... hasta su sacrificio privándose de una imagen que le hubiera venido bien en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Pero lo que más me interesa destacar ahora es algo que ha pasado un poco más inadvertido que el resto: el esperar el momento oportuno. Felipe VI ha recibido acusaciones –bien es verdad que en su mayoría desde el populismo e independentismo– de intervenir en la vida política. No ha habido tal.

Se ha mantenido en su papel institucional sin moverse un ápice. Ni ha borboneado, ni ha pretendido convertirse en el líder que iba a resolver la gobernabilidad de España. Simplemente, se ha dado cuenta de que tenía que esperar. Me atrevo a decir que se ha contagiado un poco de la actitud de Mariano Rajoy, pero quizá es que ha descubierto que ser Rey implica también no moverse y aguardar a que las cosas vuelvan donde debían. No es fácil, pero lo ha conseguido.