Iñaki Zaragüeta
El valiente concejal
Compromís, ese partido de la izquierda radical, valenciano y de tintes procatalanistas, ha vuelto a mostrar su obsesión contra la Iglesia Católica. Una obsesión que sólo puede estar justificada por el odio hacia ella y por la gratuidad de las consecuencias. Aunque en esta ocasión los afectados, los católicos, le salieron respondones.
La historia se refiere a que al concejal de Transparencia del Ayuntamiento de Castellón, un tal Ignasi García, de Compromís, no se le ocurrió otra idea que en el mapa de la web que el Consistorio tiene para mostrar la ciudad, sustituir las cruces identificativas de los templos cristianos por medias lunas, conocido símbolo del Islam. Esta vez, la reacción social no se hizo esperar y las redes se llenaron de protestas hasta tal punto que el edil en cuestión se vio obligado a modificar el signo.
Como es habitual en el sectarismo, el insulto no podía ser desgraviado. Sustituyó las medias lunas por un octógono para referirse a las parroquias. Su justificación fue peregrina: «Lo hice para que la gente normal no se sintiera ofendida». ¡Toma ya! ¿Quién se sentía ofendido por las cruces en las Iglesias? ¿Quién es la gente normal? ¿Él y su tropa? Por más vueltas que le doy, sólo encuentro la aversión hacia lo católico.
Eso sí, el intrépido munícipe se atreve a afrentar a esta religión por su lema de «poner la otra mejilla». No se le ocurrió poner una cruz para identificar una mezquita, ni organizar una manifestación contra los países en donde se ahorca a los homosexuales, lapidan hasta la muerte a las adúlteras, menosprecian a la mujer etc. ¡Valentón! Así es la vida.
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