Lucas Haurie

En busca de un rico hogar

La Razón
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Igual que hay políticos en la carretera buscando secretarías generales, hay adolescentes disolutos buscando un guantazo en vivo y perros en las perreras en busca de un hogar. Ay, los perretes. Hasta no hace mucho, la tenencia de un perro en casa se asociaba a personas de alto nivel económico que, por alguna soledad premeditada o sobrevenida, se acogían a la compañía de una mascota con la que solazar en los momentos de nervios. Solían ser mujeres mayores, solteronas o viudas, valgan los estereotipos, que sacaban a pasear a sus canes como si sacaran al marido ya difunto o al prometido que nunca tuvieron ni probablemente desearon. Pero el mundo ha cambiado una barbaridad de un tiempo acá. La economía doméstica, por lo que se percibe, da para el gasto familiar y da para la alimentación de pienso perruno enriquecido con calcio y fósforo y, claro, para la visita periódica al veterinario, que no tiene las colas del SAS. Pero, por lo que se aprecia en las tardes, estos amos de perros no sólo disponen de un amplio sustento dinerario sino que, además, cuentan con una maravillosa cantidad de tiempo para acompañar a los animales a hacer las necesidades fisiológicas de todo ser viviente, incluidas las marcas territoriales. Hay centros de capitales que, al pasearse, uno creería que, por la cantidad de restos orgánicos con los que uno se tropieza, sólo viven perros en ellos. Y se ven ejemplares de todos los tamaños, colores y, lo que es de temer, de todos los sabores. Viene a razón de una asociación almeriense que organiza el domingo un desfile de una treintena de perros sin hogar, dando la posibilidad a una treintena de familias de caer en la cuenta de que no son menos, en tiempo y en dinero, que las viudas de alta alcurnia. Cosas de nuestra socialdemocracia.