Política
España al microscopio
No hay nada que temer. En las negociaciones por las futuras competencias en el Estado venidero, Andalucía no será menos que nadie. Del café para todos al café para el que lo pida. Y ahí, como faro de un renovado «volksgeist» andalusí, va a estar la portavoz de Podemos en el Parlamento andaluz, Teresa Rodríguez. Ella no es de pedir café, es más de gritarlo a moco tendido. Rodríguez ha hablado, acompañada por Pablo Iglesias, sobre el derecho a decidir de los catalanes y, en esencia, sobre esa matraca de la adaptación de la ley a la calle. Movilización y algarada, a eso es a lo se refiere Podemos cuando menciona al pueblo. Y su pueblo, su calle, debe de adorar el relato sentimentalón y el cultivo de la cachaza. Otra explicación no se encuentra a que la sureña Agustina de Aragón citara el hilo de la bandera andaluza y uno, qué se le va a hacer, con tanto tejido y tanto estandarte, se la imagina en la prisión de Ceuta, ensartando la aguja, cosiendo la blanquiverde y afinando el «sean por Andalucía libre, los pueblos (es la versión de la ‘alt-izquierda’ para no nombrar España) y la Humanidad». A continuación habló de la boda de sus padres, de las sonrisas, de la calle, de la libertad y, claro, había también en la escena un cura rojo, completando así el bodegón de un hostal de carretera. Fue todo emotivo y ahíto de significantes, eso se da por descontado. A todo eso, estaba allí Pablo Iglesias, recién llegado del tablero de operaciones catalán. Que los catalanes accedan a separarse si así lo deciden, dice, aunque haya que torcer la Constitución, como se hizo el 4-D de 1977 en el caso de Andalucía, sostiene. Si fuera por Podemos, que cada comunidad «decida» y que en las próximas décadas tenga que observarse España con un microscopio. El caos era el plan.
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