Reyes Monforte

Estupideces

La Razón
La RazónLa Razón

«Nadie está libre de decir estupideces, lo grave es decirlas con énfasis». Lo remarcó un humanista francés, Michel de Montaigne, y lo ha enfatizado un cardenal peruano cinco siglos después. Mientras, este fin de semana hemos visto a católicos y musulmanes rezando en la catedral de Ruán en memoria del sacerdote Jacques Hamel asesinado por dos yihadistas, y hemos asistido a una escena muy parecida en la catedral de Múnich durante la celebración de una misa multireligiosa en homenaje a la víctimas del tiroteo en esa ciudad el 22 de julio, desde el otro lado del Atlántico, desde Perú, hemos escuchado cómo el cardenal Juan Luis Cipriani ha hecho temblar los cimientos de la racionalidad justificando el acoso sexual a las niñas por la manera de vestirse. «No es que se abuse de niñas, sino que la mujer se pone en un escaparate, provocando», ha dicho. Esperemos que estas desafortunadas declaraciones hayan sido fruto de un golpe de calor. Lo malo que en Perú es puro invierno. Será que la mala climatización acarrea ciertos problemas que creíamos aparcados en el medievo.

No puede ser que en pleno siglo XXI, cuando tenemos al Papa más abierto, más pegado a la realidad y que más está haciendo no sólo por la Iglesia católica sino por la percepción del resto de religiones, salga una oveja tan descarriada que no es que se distraiga y pierda el camino, es que se ha salido del mapa. Esos medievales argumentos los hemos escuchado de boca de quienes fomentan la violencia contra la mujer, como el imán de una mezquita de Cardiff, en Reino Unido, que defiende que el islam permite utilizar esclavas sexuales. Una prueba más de que el problema no son las religiones, ni una iglesia ni una mezquita, sino algunos de sus representantes. Buda advirtió que ni tus peores enemigos te pueden hacer tanto daño como tus propios pensamientos y su máxima sigue presente.

Quedémonos mejor con lo sucedido en la catedral de Ruán y con el cartel colocado dentro del templo: «Amor hacia todos, odio hacia nadie». A ver si nos aplicamos el cuento, todos en general, pero especialmente los encargados de escribir cuentos de fraternidad.