Julián Redondo
Fidelidad
Acuerdos tácitos, pactos de caballeros, la palabra dada: fidelidad. En las elecciones a la presidencia de la UEFA que Michel Platini ganó a Johansson, Ángel María Villar apoyó al sueco, el derrotado. El vencedor llamó al eterno presidente de la Real Federación Española de Fútbol y le dijo: «Ángel, sé que has votado a Johansson; pero te quiero de vicepresidente». El gesto conmovió a Villar, que tácitamente juró lealtad eterna al triunfador.
El Comité Ejecutivo de la UEFA, cuyo presidente en funciones es Villar por ser el vicepresidente primero, y porque el titular, Platini, ha sido acusado de corrupción y tiene que demostrar su inocencia en el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo), ha decidido que no habrá elecciones hasta que los jueces emitan un veredicto sobre el francés, que ya ha renunciado al sueño de presidir la FIFA. «Cada vez que me acerco al sol me quemo, como Ícaro», declaró tras recibir el enésimo revolcón. A partir de ahora, o recupera el cargo anterior, con lo que Villar tendría que luchar con todas sus fuerzas por conservar el despacho de Las Rozas, o se despide para siempre de la poltrona continental. En este caso, Ángel María se plantearía dar el salto a Europa, aunque niega la mayor. «Yo quiero ser presidente de la Federación Española de Fútbol», repite tozudamente.
Además de que 28 años en un cargo producen desgaste, hay otros obstáculos en su camino hacia la octava reelección. Los favores al Recreativo le pueden pasar factura. El CSD persigue su inhabilitación, como hizo con José Luis Escañuela, a quien, una vez inhabilitado, el instructor de su expediente en el TAD (Tribunal de Arbitraje Deportivo) propone archivarlo por falta de pruebas concluyentes. ¿Las hay contra Villar? Él cree que no.
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