Alfonso Ussía
Guarnizo
Llegó procedente de Guarnizo, como Joaquín Leguina, que terminó siendo el primer presidente de la Comunidad de Madrid. Francisco Gento, se convirtió en el Real Madrid en el extremo izquierdo mejor del mundo, jamás superado. Esta gente de Guarnizo tiene mérito. Guarnizo toca la bahía de Santander por el sur, junto al Astillero. Cuando nació Francisco Gento, apenas era un barrio. Cuando lo hizo Joaquín Leguina, un barrio algo más desarrollado y extenso. Lo que está claro es que Guarnizo es cuna de montañeses virtuosos y decentes, tomando a uno y otro por ejemplo. Hoy le dedico estas palabras a Gento, que las leerá –si tengo esa fortuna–, como Presidente de Honor del Real Madrid, honor que hereda de su gran amigo y compañero don Alfredo Di Stéfano.
Aquel montañés que corría tanto que las bandas del campo de Chamartín –después Santiago Bernabéu–, se comían sus carreras, y que llevando el balón competía en los cien metros con los mejores velocistas de España, era como los de su tierra, humilde, tímido y constante. Di Stéfano y Rial, el argentino más elegante que ha jugado al fútbol en España y que cantaba los tangos como un Carlos Gardel barítono, se encargaron de formarlo. Sabían que su velocidad necesitaba de algo más para ser invencible. Y Paco Gento no los decepcionó. El apoyo más constante lo recibió de don Santiago Bernabéu, que vio en el enjuto santanderino un futuro luminoso. Después, con los años, se erigió en maestro de todos, y jugó al fútbol con dos generaciones pasmosas. La de Di Stéfano, Rial, Puskas, Kopa, Juanito Alonso, Santamaría y su paisano Marquitos, y la de Pirri, Amancio, Zoco, y su también paisano Miera, que se trajo para Madrid la sexta Copa de Europa. Don Francisco Gento ganó vestido de blanco seis copas de Europa, y cuando sobradamente superados los treinta años renovaba contrato por una temporada más con el Real Madrid, firmaba en blanco. No había nacido todavía Sergio Ramos, y los grandes futbolistas del Real Madrid glorioso confiaban en su club y su presidente.
Gento admiró al mundo. Dejaba atrás a todos los defensas y era capaz de detenerse en seco y cambiar de dirección. Pasó de alumno a maestro, y se vistió de blanco hasta la frontera de los cuarenta años. «Cuando estábamos agotados, le pasábamos la pelota a Kopa o a Paco. Kopa era capaz de retenerla durante minutos, y Paco hacía una carrera y dejaba al equipo contrario temblando». Lo decía Di Stéfano, que algo sabía de esto del fútbol.
El defensa del Glasgow Rangers que le cubrió en el Bernabéu, después de tres arreones de Gento al modo Garrincha que lo dejaron sentado en la hierba de Chamartín, le aplaudió y abrazó sin ningún tipo de pudor. Le llamaron la Galerna del Cantábrico, y puedo asegurar como sufridor de muchas galernas en aquellas costas, que Gento era más veloz que el viento de los nortazos imprevistos. Fue un futbolista extraordinario y merece con creces heredar de don Alfredo la presidencia de Honor del Real Madrid.
De vuelta a Guarnizo. Dicen los que compartieron con él su juventud que en los veranos volvía a ser el que se fue de su tierra rumbo a Madrid. Callado, tímido, local y montañés a prueba de todo. Buen jugador de bolos, austero y con el humor al pulgar, directo e irónico, como el de todo cántabro que se precie de serlo. El gran Gento nunca olvidó que era de Guarnizo. Caray con Guarnizo. El mejor extremo del mundo triunfando en el Real Madrid, y el primer presidente de la Comunidad de Madrid. Algo tendrá ese lugar de nuestra maravillosa provincia.
Enhorabuena, don Francisco, y que sea por muchos años.
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