Cristina López Schlichting
Hambre para mañana
A medida que pasan las horas se reducen las posibilidades de que Marie Le Pen suba al poder en Francia. Un bronco debate televisivo con el gentil Macron y la distancia de las últimas encuestas parecen alejar el espectro de un triunfo de la ultraderecha en Francia. Yo, sin embargo, me niego a poner la mano en el fuego hasta esta noche. No es sólo por lo del Brexit o Trump, mis razones son principalmente tres: en primer lugar, los votantes son reacios a confesar que votarán a Le Pen, hay voto oculto. Dos, la derecha tradicional francesa tiene más reparos que nunca para apoyar a la izquierda, detrás de Macron no hay partido alguno, no se vislumbra la sólida referencia a los valores de la República amparados por unas siglas venerables. Y, en tercer lugar, a lo largo de los últimos tres años los católicos franceses, pero con ellos también agnósticos y hasta sectores LGTBI se han movilizado en Francia espectacularmente a favor de la vida y en contra del aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo. Consideran todos ellos que la familia tradicional es un ecosistema óptimo para la educación de los hijos y un valor social que hay que apoyar. Una inmensa multitud se ha manifestado en las calles y no encuentra amparo en los postulados de Macron. Es un fenómeno parecido al que ha ocurrido en Estados Unidos, donde amplios sectores han votado a Donald Trump sencillamente ahogados por la corrección política de Obama, que desató un encendido debate social cuando dispuso la apertura de los baños de los colegios para los niños trans. Es de esperar que todos estos sectores comprendan que la xenofobia y el antieuropeísmo son males demasiado graves como para apoyar a Le Pen, pero nunca se sabe hasta que cierran las urnas.
Por otro lado, una victoria de Macron no garantiza el futuro de Europa. Los analistas esperan un resultado de un 60 por 100 para el candidato de izquierda y un 40 para la ultraderecha. Cuando Jean Marie Le Pen concurrió a una segunda vuelta contra Jacques Chirac en 2002, apenas sacó un 17,7 por 100 de los votos frente al 82,21 por 100 obtenido por el candidato conservador. Es fácil prever lo que puede pasar en Francia a medio plazo. Los choques derivados de la falta de integración de los emigrantes musulmanes, el terrorismo creciente y los problemas económicos de un país que no ha realizado los ajustes exigidos por Bruselas van a potenciar a Marie Le Pen. Desfondados los partidos tradicionales, es cuestión de tiempo que la candidata del Frente Nacional se sitúe en la presidencia.
Veamos que pasa hoy pero que nadie suspire de alivio. Macron es pan para hoy y hambre para mañana. O mucho cambia el mundo o llevamos camino de ver repetirse los años treinta en Europa. Odio racial, extremismos mesiánicos y multitudes desconcertadas y ávidas de una solución rápida pueden desatar grandes tragedias.
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