Ángela Vallvey

Irregular

La Razón
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Dicen las FARC en su página web que desarrollan «una acción ideológica, política, organizativa, propagandística y armada de guerrillas, conforme a la táctica de combinación de todas las formas de lucha de masas». Se declaran revolucionarios bolivarianos, un ejército del pueblo que desea «ahorrar vidas», se confiesan buscadores de la «paz». Sí: resulta que las FARC, que llevan más de medio siglo practicando en Colombia el terrorismo, el secuestro, la extorsión, el asesinato en masa y el narcotráfico, han resultado ser «un grupo irregular» (así los califica algún país también socialista bolivariano, como Ecuador), cuando no una organización humanitaria. Ahora han llegado a un acuerdo con el Gobierno de Colombia, y escenifican en Cuba el fin de «más de 50 años de guerra». Por supuesto, cualquier proceso que acabe con la violencia estructural debe ser bienvenido, pero dar el calificativo oficial de «guerra» al puro y repugnante terrorismo significa otorgar la categoría de interlocutores legítimos del Estado a una serie de rastreros desechos ideológicos del siglo XX, que han practicado el genocidio durante décadas, aun después de Nüremberg. Los crímenes masivos cometidos por movimientos terroristas iluminados no se pueden lavar con la sangre de sus víctimas.

Cierto que vivimos en un mundo híper-informado en el que el oscurantismo ha empezado a ser un hecho brutal: a más volumen de información (y de opinión) más posibilidades y garantías hay de que la verdad pueda ser ocultada, sepultada, desacreditada... Posiblemente sea más fácil hoy reescribir la historia que hace dos mil años, cuando se carecía de tan eficaces instrumentos para disfrazar, malformar y encubrir la realidad.

Sin embargo, aún con el enmascaramiento oficial, con la capacidad feroz del poder para disimular, engañar y desfigurar los hechos, nunca se podrá esconder el dolor y la sangre de las víctimas. Imagino (espero) que para los familiares y amigos de todos los secuestrados, violados, humillados, vejados, asesinados... por la escoria terrorista, el recuerdo de sus seres queridos, víctimas de la estupidez totalitaria y asesina de unos cuantos inspirados por la locura ideológica de un siglo XX cruel y carnicero, permanecerá indeleble. Ellos, los que han sobrevivido a la agria fiereza de los asesinos, son la verdad. Los verdugos, por mucho que se froten las manos con el detergente de la versión oficial, jamás serán capaces de deshacerse de la sangre inocente con que se las han manchado, como lady Macbeth. Y la historia los juzgará y condenará.