Campaña electoral
Juego Sucio
El juego sucio ha entrado en campaña, y de qué manera, a cuatro días de las elecciones. En sólo unas horas hemos descubierto una cosa. Que el despacho del Ministro del Interior del Gobierno de España no es un sitio seguro. Que cualquiera –es un decir– puede grabar una conversación. A partir de esta constatación un chorreo de preguntas. ¿Cómo se hizo la grabación? ¿A quién le interesa la filtración? ¿A quién beneficia? ¿Por qué en esta contienda y no el 20-D? ¿Tiene algo que ver un posible sorpasso de Podemos a PSOE? ¿Tendrá incidencia en el resultado electoral? ¿Era un intercambio de información como afirma el director de la OAF o era una planificación contra los opositores, utilizando sin tapujos las instituciones, como argumentan todos los partidos que, sin excepción, piden la dimisión de Fernández Díaz? ¿Quién grabó? ¿Quién la filtró? Muchas preguntas y pocas respuestas. Y no parece el mejor momento para obtenerlas en vísperas de votaciones. Está claro que la filtración tiene intencionalidad política y, seguro, que no beneficia al PP y parece que tampoco a la Oficina Antifraude. Los únicos directamente favorecidos son los dos partidos independentistas que ya han puesto en marcha todo su griterío lastimero contra el «estado franquista que oprime a Cataluña» –Mas dixit–. El mundo soberanista ha encontrado su piedra filosofal para poner en la picota al Estado. El asunto ha caído como maná del cielo. La Mesa del Parlament ha citado a De Alfonso. Comparecerá hoy en el Parlament para explicarse, pero el mecanismo para cesarlo ya se ha puesto en marcha. No piensan ni escucharlo. Ya ha sido condenado. El soberanismo se flagela y se rasga las vestiduras olvidando que intentó poner en marcha una especie de CNI catalán para fiscalizar los correos de los funcionarios y otras lindezas que sacan los colores al más pintado.
Lo cierto es que todo este asunto ha dinamitado la campaña. El resto de temas han pasado a un segundo plano. Ya casi, permítanme la broma, importa un bledo quién pactará con quién. Si Rajoy se someterá a investidura. Si Sánchez pactará con Iglesias. Si Iglesias quiere cerca a Garzón en el gobierno, aunque no diga dónde. Si Rivera sigue exigiendo la cabeza de Rajoy mientras hace “manitas” con el PSOE. Todo eso está en segundo plano. A partir de ahora, lo que se diga fuera de “la filtración” será como predicar en el desierto. Juan Carlos Girauta, el cabeza de lista de Ciudadanos por Barcelona, quería ayer lanzar un órdago. Lo hizo. Pedir el voto para Ciudadanos a los votantes de Convergencia i Unió, hartos de perfomance soberanista. Pasó sin pena ni gloria. Otrora, hubiera sido un bombazo.
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