Gonzalo Alonso
Julián Gayarre, 125º aniversario
Conmemoramos los ciento veinticinco años del fallecimiento de Julián Gayarre. El tenor español, nacido en Roncal en 1844, fue una figura mítica, un ídolo aclamado en el Teatro Real. Aún hoy parece seguir siéndolo a tenor de la enorme cantidad de público que abarrotó su sala Goya en la presentación del libro «Julián Gayarre, la voz del paraíso», escrito por Óscar Salvoch y editado por Ediciones Eunate. Tanto público que el acto empezó con media hora de retraso ante las protestas de quienes aún guardaban cola en la calle cuando el aforo estaba ya completo. Debió suponer una gran alegría para los responsables de una editorial no especializada en música, que ha realizado un enorme esfuerzo con esta publicación de casi mil páginas y más de dos kilos de peso, que merece una compensación.
La soprano de su época Gemma Bellincioni escribió sobre el tenor «El cantante de la voz del paraíso... poeta de la escena, calmado y profundo en el sentir, tenía siempre a su disposición la frase inspirada con un acento indefinible de dulce nostalgia que daba escalofríos y sueños al público». Ese artista había nacido de una familia humilde y empezado a ganarse la vida como pastor y como herrero. Un día escuchó una banda de música en la calle y sus entrañas se inflamaron. Entró en el Orfeón Pamplonés y de ahí partió para el Conservatorio de Madrid, donde obtuvo un segundo premio de canto y el rechazo de Gaztambide, lo que le llevó a regresar a Pamplona. Su ilusión no se marchitó y logró una beca para estudiar en Milán. Su carrera fue desde entonces muy rápida y le apodaron «sin rival, el rey del canto». Europa y América se rindieron a su arte y fue profeta en su tierra: Barcelona, Sevilla o Madrid le vitorearon. En el Real cantó varias temporadas, casi siempre unos mismos títulos vez tras vez, desde su debut con «La Favorita» en 1877. El reparto incluía a Elena Sanz, quien fuera amante de Alfonso XII. Fue el primer cantante que dio propinas al final de una función, gracia que proseguiría Fleta. A finales de 1889 cantó «Lohengrin» y el 8 de diciembre su voz se quebró en «Pescadores de perlas». Eran los síntomas de una pulmonía que acabó con su vida un mes después, aunque también es cierto que en la temporada anterior padeció dolencias. Era tal su fama que le extrajeron la laringe. Su funeral por las calles madrileñas constituyó un homenaje multitudinario y emotivo.
Todo ello y más cosas, como su testamento, se cuentan en este amenísimo libro que se puede adquirir cómodamente en La Quinta de Mahler. Dejo para otra próxima ocasión cuestiones como su amistad con Benlliure y la desaparición del busto que de él había en el Real, su supuesta bisexualidad o la posible existencia de una grabación del «Spirto gentil».
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