César Vidal

La cosecha previsible

La Razón
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Hace casi dos mil años, un rabino llamado Saulo de Tarso escribió a un grupo de iglesias en Asia Menor que «Que nadie se engañe. Nadie se puede burlar de Dios. Todo lo que el hombre siembre, eso es también lo que segará». Tal y como lo expresaba Pablo, recoger lo que se siembra constituye un principio de justicia cósmica que sobrepasa los deseos de cualquier ser humano. Así ha quedado verificado en las recientes elecciones de Cataluña. Era de esperar que los nacionalistas obtuvieran una mayoría; que ésta se basara especialmente en los medios rurales; que contara con un enorme apoyo entre los jóvenes adoctrinados en las escuelas; que el PP –que lleva dos décadas haciéndolo mal– se estrellara; que ese desastre no fuera mucho menor en el PSC a pesar de que su candidato no ha dejado de jactarse de su homosexualidad como si eso fuera un valor político; que Podemos retrocediera aunque también Ada Colau haya dejado de manifiesto que mantuvo relaciones homosexuales durante dos años y, finalmente, que el principal beneficiario fuera Ciudadanos. A fin de cuentas, desde hace cuarenta años se ha otorgado a los nacionalistas la impunidad frente al delito; el control de los medios de comunicación; la expulsión del español de las aulas; el adoctrinamiento; la utilización de las embajadas catalanas para denigrar a España; la cesión a todas las exigencias incluido dejar sin agua a Valencia, Murcia y Almería; las manos libres para actuar en Aragón, Valencia y Baleares y las represalias contra los disidentes. Tampoco es difícil imaginarse el futuro. España sufrirá el chantaje de ceder todo al nacionalismo catalán o enfrentarse con la secesión. Si se ha aprendido la lección habría que cortar de raíz la inmersión lingüística en catalán en Valencia y Baleares; la persecución del español y, sobre que todo que se siga arrancando de los bolsillos de los españoles un solo céntimo más para financiar el nacionalismo catalán. Al final, lo que se siembra, se acaba segando. Así, sucederá también con otras acciones reprobables como son el gasto público salvaje, la deuda descontrolada, el déficit desajustado o las leyes de ideología de género. Al final, España no podrá escapar de cosechar lo que lleva sembrando desde hace mucho tiempo. Que se niegue a enfrentarse con la realidad resulta tan absurdo como creer que alguien se puede burlar impunemente del mismo Dios.